Quino: la muerte no borra la risa

2020 10 30 40Murió Quino. Aún la gente inteligente y con muy buen humor suele tener esa costumbre. Tal vez sería mejor decir que quien murió el 30 de setiembre, un día después del cumpleaños de Mafalda, fue Joaquín Salvador Lavado Tejón. Seguramente Quino siga vivo porque ese nombre no le pertenecía a él sino a toda la comunidad a la que se brindó. Joaquín Lavado tenía 88 años y vivía en Mendoza. Quino tenía muchos menos y vive en todo el mundo. Se lo reconoce como el dibujante de caricatura más internacional. No puedo asegurarlo y no sé si tiene sentido discutirlo. Lo indiscutible es que forma parte del patrimonio de la humanidad.

La niñita filósofa que le dio la mayor popularidad, había cumplido 56 años el día anterior. Con el tiempo fue ella, la Mafalda más conocida de cuantas Mafaldas he conocido, la que lo volvió definitivamente célebre, la hija que engendró a sus padres, inventó a sus hermanos y como una proyección de su propio pensamiento al estilo de algún cuento de Borges, nació el vecindario en el que siempre fue y nunca creció. No fue la saga de Mafalda su única creación por supuesto, de alguna manera fue la que se impuso y hasta le echó cierta sombra a otras que tal vez merecen más luz que la que ella les dejó.

Fue primero Quino y después directamente Malfada, Guille, Susanita, Manolito, Felipe, Libertad, Miguelito algunos de quienes nos siguen ayudando a mirar la realidad con ojos maravillados. Con toda la seriedad del humor, son capaces de desarmar la lógica que sostiene al mundo, ésa que a fuerza de costumbre se va creyendo única y lo que es peor, corre el riesgo de convencernos de que no hay otra. Ésa es la clave del mejor humor, la que muestra al mundo patas arriba sólo con contarlo. La mejor expresión del humor es la que produce al mismo tiempo risa y pensamiento, la más difícil de alcanzar y curiosamente la que está más al alcance de la mano. El desafío es verla.

Quino y su comitiva siguen siendo abanderados del humor pensante, de ése que a veces nos hace llorar de risa y otras veces nos hace reír por no llorar.

Enfrentada esta postura a la del humor chabacano tan corriente que tiene su cimiento en la burla al distinto y cuanto más grosera mejor, en el sufrimiento ajeno, en el uso abusivo de lo “incorrecto” como único recurso, las diferencias son notorias y las similitudes no tanto; pero que las hay las hay aunque usted no crea en ellas.

El ser humano es el único animal capaz de reírse, dice Henri Bergson en su célebre tratado publicado en 1900: “La risa; ensayo sobre la significación de lo cómico”. Y es el único capaz de reírse porque es el único capaz de pensarse. Es el único que puede poner su conducta bajo la lupa del pensamiento crítico. Es el único no obligado a repetirse a sí mismo obediente a un mandato genético y a un instinto heredado sino que puede modificar su hacer porque puede pensar sobre él.

El común denominador de todo acto de humor es la necesidad de poner algo en el terreno de lo ridículo. El adjetivo “ridículo” se emparenta etimológicamente con el verbo “reír”. Ambos provienen del latín rídere. Para que algo se vuelva risible tiene que salir de la normalidad e ingresar en el difuso terreno del ridículo. Lo que distingue al humor inteligente del chabacano es precisamente la elección de aquello que se ubica en el territorio del absurdo.

Caracterizó a Quino una destacable capacidad de descubrir lo ridículo cuando viene envuelto en oropeles de solemnidad y desde los espacios del poder y la erudición. Por eso su risa hizo poner serio a más de un encumbrado.

Dejó de dibujar a Mafalda en 1973. De su pluma, la niña vivió 9 años. Pero como las coplas de Manuel Machado que “cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor”, Mafalda siguió mirando al mundo con ojos sorprendidos por la cercanía de lo ridículo entre tanta seriedad.

La actualidad de su humor habla de que a pesar de haber cambiado tanto, el mundo ha cambiado demasiado poco.