Abrazarse al estereotipo

Se define estereotipo como la percep-ción exagerada y con pocos detalles que se tiene sobre una persona o grupo de personas, que entendemos comparten ciertas características, cualidades y habilidades. De alguna forma es una reducción, a veces positiva y a veces negativa, pero siempre injusta.
Los estereotipos se relacionan con el prejuicio; en general responden a una idea que tenemos de alguien o de algo que no ha sido probada o que no se puede verificar. Muchas veces, esa idea es falsa o parcial. Y si le sumamos que esa idea o prejuicio se aplica no sobre una persona sino sobre muchas, es sin dudas falsa o inexacta para muchos o incluso todos los integrantes de un grupo.
Los estereotipos son tentadores. Si un periodista extranjero dice que los uruguayos somos muy valientes y honrados, lo tomamos como una gran verdad. Si el mismo periodista dice que somos todos holgazanes o ladrones, nos ofendemos a más no poder y le mostramos lo lejos que eso está de la realidad. Lamentablemente, ambas afirmaciones son igualmente prejuiciosas y tienen el mismo grado de falsedad. Ambas responden a estereotipos. No son ciertas, y si lo son, nunca podrían serlo para todos los individuos del colectivo; cuando se habla de colectivos grandes, se es muy injusto con algunos o extremadamente generoso con otros. La próxima vez que alguien nos diga que la gente del interior es muy amable y educada, debemos desconfiar. La próxima vez que nos digan que somos agresivos o crueles, también.
Esta semana se habló mucho del cuplé del personaje Edinson Campiglia, creado por el humorista Rafael Cotelo. Sin hacer un juicio de valor sobre esa forma de hacer humor, creo que es un error tomarse en serio a un personaje que se disfraza de forma estrafalaria, dice que rapta niños para vender sus órganos y posa con la cara llena de harina para simular que toma cocaína en cantidades industriales. Cualquiera que lo haya escuchado alguna vez sabe que no hay una sola línea en su discurso que deba ser tomada en serio.
Muy mal hacemos nosotros, y nuestros legisladores, en salir en una cruzada reivindicativa a atacar a este humorista. Escuchar a senadores, diputados y ediles enojados y buscando revancha sí es grave, porque ellos no son personajes de nombre falso.
En la supuesta defensa del pueblo riverense, no faltaron ataques a los montevideanos, a los homosexuales, a los comunistas. El humorista que los ofendió no es ni homosexual ni comunista ni es el único montevideano que existe, pero los legisladores creyeron que era muy oportuno quejarse de los estereotipos usando más estereotipos. Y usarlos al barrer, como representantes nacionales y dentro del Parlamento, es imperdonable.
El humor duele a veces. Puede ser exageradamente cruel, y quizás éste sea el caso. Podemos enojarnos, podemos discutir los límites del humor, pero reaccionar de forma violenta, devolver insultos y hacer denuncias penales es el peor de los caminos posibles. Si un personaje radial nos quiere estereotipar como ignorantes, crédulos y agresivos y nosotros lo tomamos como cierto y le devolvemos la agresión, nos convertimos en ignorantes, crédulos y agresivos. Lo único que vamos a lograr es abrazarnos al estereotipo; ir corriendo directamente hacia el lugar del que queremos alejarnos.

Juan Manuel Bertón Schnyder es sociólogo y se especializa en investigación social aplicada y estudios de opinión pública. Es autor del libro de ficción Yo una vez tuve una familia de demonios.
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