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La aguja orgullosa
ADAPTACIÓN LIBRE DE CUENTO POPULAR ESPAÑOL
Doy y recibo órdenes,
autorizo algunas
y desecho otras.
¿Qué soy? EL CEREBRO
Vuelo pero
no tengo alas.
¿Qué soy? EL TIEMPO
Nos atan si salimos,
nos sueltan
si nos quedamos.
Hay agujas tan orgullo- fuerzos por agrandarla, lla y la aguja. botó fuertemente y ter-
sas como personas. Yo co- que se cayó del pañuelo —La suerte quiere de- minó escondido entre las ¿Qué somos?
nocí una de zurcir, muy y fue a dar al fregadero, pararnos mejor lugar—in- hierbecillas de la orilla.
común, que creía ser tan donde la dueña de casa sistió la aguja;—ya vamos La aguja orgullosa se hun- LOS ZAPATOS
fina como una aguja de lavaba en ese momento hacia afuera. Ahora, ami- dió en el fondo, quedó
alta costura. el cristal y los cubiertos. go mío, ¡a viajar! ¡Qué envuelta en el barro del
—Tengan mucho cui- —Me preparo para cosas vamos a ver! Será caño.
dado conmigo y sostén- viajar—reaccionó la agu- para escribir un libro .... Justo castigo para su
ganme bien—decía la ja, —porque yo no pue- Es seguro que esta agua vano orgullo, el tiempo Con mis cadenas
gruesa aguja a los dedos do perderme. Soy dema- va a llevarnos a un arro- que pasó entre el barro, voy y vengo,
que se disponían a usar- siado notable para que yo, después iremos a un tanto que quedó sin pala-
la;— no me dejen caer, me olviden. río, llegaremos al hermo- bras. y a todos entretengo.
porque si caigo al suelo, Pero, a pesar de sus so y amplio mar .... He- Pero transcurridos
estoy segura de que no me ilusiones, se perdió. mos nacido para ser muy unos meses dio por pasar ¿Qué soy?
encontrarán. ¡Soy tan fina —Soy demasiado fina grandes. Yo lo presentía, por allí una pequeña, hija
y tan delgadita!... para este mundo—se yo lo sabía... de la familia que habita- UNA HAMACA
—No se haga usted la dijo mientras yacía en el —¿Quién sabe cuál ba la casa, que descubrió
interesante— dijeron los fregadero; pero sé de- será nuestra suerte?— el brillo del pedazo de vi-
dedos;—y la tomaron con masiado lo que valgo y dijo humildemente el cas- drio escondido que con
fuerza para zurcir unas za- esto es una satisfacción. co de botella ; —lo cierto su punta señalaba la agu-
patillas. Y conservó su aire or- es que yo tengo mucho ja, por lo que los tomó
—¡Ay!, ¡ay!—gritó la gulloso, mientras pasa- miedo. ¿Quién sabe como un tesoro y con mu-
aguja;—¡qué tejido tan ban sobre ella multitud adonde iremos a parar? cha alegría y cuidado los
grosero!, nunca podré de elementos desprecia- —Yo—dijo la aguja— transformó en un bonito
atravesarlo, me quiebro, bles rodeados de agua y valgo mucho y no puedo cuadro, el vidrio terminó
me quiebro .... jabón. ir sino a sitios de honor. como una estrella y la
Y en efecto, se rompió; Pronto descubrió un El agua, después de aguja en amarre de un
pero no por fina, yo se los pedazo de casco de bo- arrastrar a los dos amigos bote.
aseguro, sino por dema- tella que estaba en el rin- por un estrecho tubo, lle- Tras la lección la aguja
siado corriente. cón del fregadero y sólo gó al suelo y se deslizó dejó que su orgullo se
Se había roto muy cer- porque brillaba mucho, lentamente entre dos pe- transformara en agrade-
ca del ojo y la dueña de le dirigió la palabra: queñas paredes de mam- cimiento para su gentil
casa, que no gustaba de —Hermano, ¿qué ha- postería. Era un caño des- amigo que está muy con-
tirar nada, le puso una ca- ces aquí? cubierto. tento de su destino y su
beza de cera y se sirvió de El pedazo de botella El pedazo de vidrio re- compañía.
ella para sujetarse el pa- dijo sinceramente:
ñuelo. —El desprecio de los
—Ya estoy convertida hombres me tiene aquí
en broche elegante—dijo arrinconado y espero
la aguja vanidosa. —Yo que la casualidad me lle-
bien sabía que iba a llegar ve a otra parte.
a obtener grandes hono- —Pero aquí estamos
res. Cuando se tienen mé- eclipsándolo todo con No hay rosa sin espinas.
ritos, siempre se sube muy nuestro brillo—lo tran-
alto. quilizó la aguja;—somos
—¿Es usted de plata?— la envidia de cuanto
le preguntó un alfiler de pasa; yo creo que la suer-
corbata vecino. —El único te nos ha reservado este La caridad bien entendida
defecto que le noto es que lugar para satisfacción empieza por nosotros mismos.
tiene una cabeza muy pe- de nuestro legítimo or-
queña. gullo.
—Eso es lo que le pare- En aquel momento la
ce a usted—respondió la señora abrió la llave del Sobre gusto no hay
aguja;—pero mi cabeza no agua y el líquido se pre- nada escrito.
es pequeña. cipitó con fuerza, arras-
Y tales fueron sus es- trando el casco de bote-