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La escuela de conejos
VERSIÓN LIBRE DE CUENTO INFANTIL DE MARGARITA SCHULTZ
vez más cerca, más y los orejas largas y los
más cerca. orejas cortas corrían
También escucha- por igual lo más rápi-
ron los silbidos de do que podían.
que había hablado Así concluyó esa
Kashikoi. vez la asamblea. Huir,
Entonces huyeron para ellos, fue enton-
en todas direcciones, ces la mejor solución…
La vida es una película que vuelve
a empezar cada mañana
al despertarnos.
Norkin Gilbert
En tiempos de crisis la imaginación
Apresurado, Kas- en mi oreja izquierda! para enseñarnos cómo peores que las mías. es más efectiva que el intelecto.
hikoi llegó al bosque, —fue la respuesta de plegar las orejas al ¡Por tus orejas nos van Albert Einstein
a los saltos sobre sus Kashikoi—. ¡Por poco máximo, cómo cami- a descubrir! —replicó
poderosas patas tra- me dan de lleno, esca- nar arrastrándonos Nagai Mimi—. ¡Miden
seras. El calor de la pé corriendo! Me si- sobre el suelo de ma- dos metros! —exage-
siesta producía un in- guieron creo… no sé si nera de no ser vistos… ró.
tenso olor a hojas se- me siguieron… tal vez Usagi se acercó con —¡Sí, ¡sí! —lo aco-
cas. Lejos, un pájaro lo imaginé… no sé… cara de sabio. Y para saban todos, rodean-
carpintero, buscando ¡Alerta! ¡Alerta! Cone- mostrar su idea plegó do al de orejas largas El mundo es bello, pero tiene
insectos hacía su per- jos del bosque —se- las orejas hacia atrás y como si fueran a ata- un defecto llamado hombre.
cusión en el tronco de guía repitiendo comenzó a avanzar carlo… —¡Miden como
un árbol. Kashikoi co- Kashikoi. con la panza a ras de dos metros! Friedrich Nietzsche
rría; era muy veloz y Por entre las ramas tierra. Apareció uno que
eso le había salvado la de los arbustos co- —¡Ay! —gritó de se jactaba de tener las
vida una vez más. menzaron a verse las pronto—, ¡me pinché orejas más cortas.
Escuchaba pasos a orejas largas de algu- con una rama seca! —¡Ajajá! me salva-
su espalda, el crujido nos conejos; se acer- Creo que tenemos ré, ¡yo me salvaré! —
de algunas ramas, pero caban a Kashikoi. Ellos que hacer ahora mis- brincaba Mijikai triun-
no quería detenerse conocían la palabra mo una primera re- fante.
para mirar hacia atrás, alerta. Siempre les unión. ¡No hay tiem- Y comenzó enton-
¡no podía perder un producía una tremen- po que perder! Ya vie- ces una burla ensor-
instante! da inquietud. Era señal ron lo que le pasó a decedora: los demás
—¡Alerta! ¡Alerta! de peligro… Kashikoi… le decían:
Conejos del bosque Más los asustó la Neko estaba en —¿Orejas cortas?
¡alerta! —iba dicien- palabra en ese mo- desacuerdo con la so- ¡Entonces no eres un
do con voz ronca mento porque vieron lución de Usagi, los conejo! ¿Quién dijo
Kashikoi, mientras la oreja lastimada de conejos dejarían de que con orejas cortas A I P S E I C E C B C
saltaba entre pastos y Kashikoi… ser conejos si tenían puedes ser un conejo? T H O I A K I J I M D
ramas caídas. Kashikoi aclaró ace- que vivir con las ore- ¿Quién dijo que eres A S E O O J A L C I S
Nadie se dejaba lerado, casi sin respi- jas plegadas y caminar un conejo? ¿Qué estás
ver… rar: arrastrándose como haciendo aquí en una HA S Y L D E M S A D
—¡Alerta! —repe- —Andan cazado- las serpientes. asamblea de conejos? DL O R A L I R E G E
tía sin gritar pero tra- res de conejos, llevan Se había levantado ¿Serás, acaso, un espía
tando de ser escucha- escopetas y muchas brisa, y las hojas ama- de los cazadores…? RX J I O R I J O A M
do. Traía lastimada ganas de matar. No po- rillas, anunciadoras ¿Irás a decirles dónde I R E S O T E V U N O
una de sus orejas. dremos caminar libre- del otoño, comenza- estamos?
Neko, que disfruta- mente por el bosque, ron a caer, lentas. Al- Mijikai se fue achi- U S N A O K A L O R I
ba su siesta sobre nos delatan nuestras gunas ondeando hacia cando de a poco, se HL O D S T I I S N C
unos pastos mullidos, orejas, porque sobre- un lado y hacia otro, enrolló sobre sí mismo G I C D S K S H M N O
en cuanto abrió los salen de las ramas y otras, girando en espi- como si fuera un ovi-
ojos y lo vio, se puso hojas, como si les con- ral. llo de lana, y bajando AG J E I U R U S L M
en pie. taran a los cazadores: Los conejos sabían las orejas cerró los RA I N C R S R B A E
—¡Kashikoi! ¿Qué aquí, aquí. ¿Ven lo que que su problema prin- ojos como queriendo
te pasó? —preguntó me hicieron? — cipal con los cazado- desaparecer. R S A R J R D O A R K
impresionado al ver la Kashikoi señalaba su res eran sus orejas lar- Neko, desde su rin- UU E I D R A A T L A
herida en la oreja de oreja—. ¡También es- gas, por el modo como cón junto a un euca-
su amigo; y comenzó a cuché ladridos! sobresalen de los pas- lipto añoso miraba y C P O U A T R E L A O
lamerla para curarlo, —¿Ladridos? ¿La- tos y arbustos, cuando escuchaba todo eso E C O K E N O E L O S
como solía hacer con dridos? —pregunta- están sentados sobre con sorpresa y pena.
sus propias ban temblando los sus patas traseras. ¡Todos peleaban con
lastimaduras. otros conejos… Comenzaron a mi- todos sin llegar a en-
—Sí, ¿qué pasó Kashikoi siguió: rarse para ver cuál te- contrar una solución…!
Kashikoi? —repitió —Hay que encon- nía las orejas más lar- Como gato que era, no
Usagi mirando la oreja trar una salida, tene- gas. se atrevió a intervenir
lastimada. mos que prepararnos. —¡Mira las tuyas! en esa batahola de co-
—Sentí el ruido de ¿Saben? Usagi tuvo ¡son las más sobresa- nejos. En eso estaban
un disparo, un silbido una buena idea: hacer lientes! cuando escucharon dis-
y en seguida ¡un dolor una escuela de alerta, —¿Y las tuyas? Son paros más cerca, cada