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El camaleón
VERSIÓN LIBRE DE CUENTO CLÁSICO DE ANTÓN CHÉJOV
-¡Es del general, segu- rro vagabundo. Hay que
ro! -dice una voz. matarlo y se acabó.
-¡Hum!… Ayúdame a -No es nuestro -sigue
ponerme el capote, Eldi- Prójor-. Es del hermano
rin, parece que ha refres- del general, que vino
cado. hace unos días. A mi amo
Siento escalofríos. no le gustan los galgos.
Llévaselo al general y A su hermano…
pregunta allí. Di que lo he -¿Es que ha venido su
encontrado y que se lo hermano? ¿Vladímir Ivá-
mando. Y dí que no lo de- nich? -pregunta Ochu-
jen salir a la calle. Pue- mélov, y todo su rostro se
de ser un perro de precio, ilumina con una sonrisa
y si cualquier cerdo le de ternura. ¡Vaya por
acerca el cigarro al mo- Dios! No me había ente-
rro, no tardarán en rado. ¿Ha venido de visi-
echarlo a perder. El pe- ta?
rro es un animal delica- -Sí…
do… Y tú, imbécil, baja la -Vaya… Echaba de
mano. ¡Ya está bien de menos a su hermano… Y
mostrarnos tu estúpido yo sin saberlo. ¿Así que
dedo! ¡Tú mismo tienes la el perro es suyo? Lo cele-
culpa! bro mucho. Llévatelo. El
-Por ahí va el cocine- perro no está mal. Es muy
ro del general; le pregun- vivo. ¡Le ha mordido el
taremos… ¡Eh, Prójor! dedo a éste! Ja, ja, ja… Ea,
¡Acércate, amigo! Mira ¿por qué tiemblas? Rrrr…
este perro… ¿Es de uste- Rrrr… Se ha enfadado, el
des? muy pillo… Vaya con el
El inspector de poli- vuelta a la izquierda y se males… Si todos empie- ñoría, ha sido acercarle -¡Qué ocurrencias! perrito…
cía Ochumélov, con su dirige hacia el grupo. zan a morder, sería me- el cigarro al morro para ¡Jamás ha habido perros Prójor llama al ani-
poncho nuevo y un reben- En la misma puerta jor morirse… reírse, y el perro, que no como éste en nuestra mal y se aleja con él del
que en la mano, cruza la del almacén de leña ve al -¡Hum!… Está bien… - es tonto, le ha dado un casa! almacén de leña. La gen-
plaza del mercado. Tras hombre descrito con el dice Ochumélov, carras- mordisco… Siempre está -¡Basta de preguntas! te se ríe de Jriukin.
él camina un municipal chaleco desabrochado, peando y arqueando las haciendo cosas por el es- -dice Ochumélov-. Es un -¡Ya nos veremos las
pelirrojo con un cesto quien ya de pie levanta cejas-. Está bien… ¿De tilo, señoría. perro vagabundo. No hay caras! -le amenaza Ochu-
lleno de grosellas deco- la mano derecha y mues- quién es el perro? Esto no -¡Mientes, tuerto! razón para perder el tiem- mélov, y envolviéndose
misadas. tra un dedo ensangrenta- quedará así. ¡Les voy a ¿Para qué mientes si no po en conversaciones. Si en el poncho, sigue su
En torno reina el si- do. En su cara de alcohó- enseñar a no dejar los has visto nada? Su seño- yo he dicho que es un pe- camino por la plaza del
lencio… En la plaza no lico parece leerse: «¡Te perros sueltos! Ya es hora ría es un señor inteligen- rro vagabundo, es un pe- mercado.-
hay ni un alma… Las voy a despellejar, granu- de tratar con esos seño- te y comprende quién
puertas abiertas de las ja!»; el mismo dedo es res que no desean cum- miente y quién dice la
tiendas y tabernas miran como una bandera de plir las ordenanzas. verdad… Y si miento, eso
el mundo melancólica- victoria. Ochumélov re- Cuando le hagan pagar lo dirá el juez de paz. Él
mente, como fauces ham- conoce en él al orfebre una multa, sabrá ese mi- tiene la ley… Ahora todos
brientas; en sus inme- Jriukin. En el centro del serable lo que significa somos iguales… Un her-
diaciones no hay ni si- grupo, extendidas las dejar en la calle perros y mano mío es gendarme,
quiera mendigos. patas delanteras y tem- otros animales. ¡Se va a por si quieres saberlo…
-¿A quién muerdes, blando, está sentado en acordar de mí!… -¡Basta de comenta-
maldito? -oye de pronto el suelo el culpable del Eldirin -prosigue el rios!
Ochumélov-. ¡No lo dejen escándalo, un blanco ca- inspector, volviéndose -No, no es del general.
salir, muchachos! ¡Ahora chorro de galgo de afila- hacia el guardia, infór- observa pensativo el mu- O H C O P G L A G P C
no está permitido mor- do hocico y una mancha mate de quién es el perro nicipal-. El general no H T A A A L J I O L O
der! ¡Sujétalo! ¡Ah… ah! amarilla en el lomo. y levanta el oportuno tiene perros como éste.
Se oye el chillido de Sus ojos lacrimosos atestado. Son más bien perros de C C N Z O U A L A M H
un perro. Ochumélov tienen una expresión de Y al perro hay que muestra… I R I A N R A C R I C
vuelve la vista y ve que angustia y pavor. matarlo. ¡Sin perder un -¿Estás seguro? N E S A E R R O R R N
del almacén de leña de -¿Qué ha ocurrido? - instante! Seguramente -Sí, señoría…
Pichuguin, saltando so- pregunta Ochumélov, está rabioso… ¿Quién es -Yo mismo lo sé. Los A P R A E R T A E E O
bre tres patas y mirando abriéndose paso entre la su amo? perros del general son V G N N L C B U G S P
a un lado y a otro, sale gente-. ¿Qué es esto? -Es del general Zhigá- caros, de raza, mientras
corriendo un perro. Lo ¿Qué haces tú ahí con el lov -dice alguien. que éste ¡el diablo sabe I A E I E L Q E A I P
persigue un hombre con dedo?… ¿Quién ha grita- -¿Del general Zhigá- lo que es! No tiene ni pelo N G O P U N E Z F O C
camisa de percal almi- do? lov? ¡Hum!… Eldirin, ayú- ni planta… es un asco.
donada y el chaleco des- -Yo no me he metido dame a quitarme el capo- ¿Cómo va a tener un pe- A E S R E G N S C R P
abrochado. Corre tras el con nadie, señoría… -em- te… ¡Hace un calor terri- rro así? ¿Dónde tienen la V N D B E A U S O A O
perro con todo el cuerpo pieza Jriukin, y carras- ble! Seguramente anun- cabeza? Si este perro
inclinado hacia delante, pea, tapándose la boca cia lluvia… Aunque hay apareciese en Petersbur- I O E R N N I H L R T
cae y agarra al animal con la mano-. Venía a ha- una cosa que no com- go o en Moscú, ¿saben lo A R G E O D I A C O G
por las patas traseras. blar con Mitri Mítrich y prendo: ¿cómo ha podi- que pasaría? No se para- H R D L R S C C L I G
Se oye un nuevo chillido este maldito perro, sin do morderte? -sigue rían en barras, sino que
y otro grito: «¡No lo de- más ni más, me ha mor- Ochumélov, dirigiéndose al momento, ¡zas! Tú, Jriu- F R N O A B E O O O P
jes escapar!» Caras dido el dedo… Perdóne- a Jriukin-. ¿Es que te lle- kin, has salido perjudi- O E M A R G S D C C P
somnolientas aparecen me, yo soy un hombre que ga hasta el dedo? El pe- cado; no dejes el asunto…
en las puertas de las tien- se gana la vida con su rro es pequeño, y tú, ¡tan ¡Ya es hora de darles una
das y pronto, junto al al- trabajo… Es una labor grande! Has debido cla- lección!
macén de leña, como si muy delicada. Que me varte un clavo y luego se -Aunque podría ser
hubiera brotado del sue- paguen, porque puede te ha ocurrido la idea de del general… -sigue cavi-
lo, se apiña la gente. que esté una semana sin decir esa mentira. Por- lando el guardia en voz
-¡Se ha producido un poder mover el dedo… En que tú… ¡ya nos conoce- alta-. No lo lleva escrito
desorden, señoría!… -ex- ninguna ley está escrito, mos! ¡Los conozco a to- en el morro… El otro día
clama el municipal. señoría, que haya que su- dos, diablos! vi en su patio un perro
Ochumélov da media frir por culpa de los ani- -Lo que ha hecho, se- como éste.