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La historia de Guillermo Tell


          VERSIÓN LIBRE  DE  CUENTO  CLÁSICO BASADO EN OBRA TEATRAL  DE  FRIEDRICH SCHILLER



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                                                                                                        clavada en tu corazón.     No tardaron en llegar
                                                                                                           El comandante se     los soldados con Gessler.
                                                                                                        quedó un rato pensativo.   – ¡Buscadle! ¡Que no
                                                                                                           – Bueno, soy un hom-  escape! – gritó el co-
                                                                                                        bre de palabra. Te per-  mandante.
                                                                                                        dono la vida, pero te lle-  Los soldados iban por
                                                                                                        varé a los calabozos de  delante y Guillermo Tell
                                                                                                        mi castillo. Así no tendré  vio una gran oportuni-
                                                                                                        que temer por tu arco.  dad de comenzar ahí
                                                                                                                                una revolución contra
                                                                                                          El comienzo de una
                                                                                                             sublevación        los tiranos. Tomó la fle-
                                                                                                                                cha que se había guarda-
                                                                                                           Los soldados conduje-  do en el cinto y tensó la
                                                                                                        ron a Guillermo Tell has-  cuerda de su arco. Gess-
                                                                                                        ta su barco. Debían cru-  ler cayó muerto al ins-
                                                                                                        zar el lago de Uri. Pero a  tante y Guillermo Tell
                                                                                                        mitad de camino, se de-  consiguió escapar.
                                                                                                        sató una terrible tempes-  Pero no se escondió.
                                                                                                        tad. Los soldados temían  Fue el líder de una re-
                                                                                                        por su vida y pidieron a  vuelta que llevó a las ar-
                                                                                                        Gessler que dejara llevar  mas a los cantones sui-
                                                                                                        el timón al prisionero.  zos Uri, Schwyz y Un-
                                                                                                           – Señor, hemos oído  terwalden contra los do-
                                                                                                        que Guillermo Tell es el  minadores. Su héroe
                                                                                                        mejor timonel de la re-  consiguió liberar a Suiza
                                                                                                        gión. Es el único que pue-  del dominio austríaco y
                                                                                                        de salvarnos la vida.   devolverle la indepen-
                                                                                                           El comandante acce-  dencia.
           Existió en Suiza, du-  junto a él estaba obliga-  – Vaya, vaya, vaya…   – Está bien, pero an-  dió y dejaron que Tell   Todos querían hacer-
        rante la invasión austría-  do a mostrar sus hono-  ¿a quién tenemos aquí?  tes mandaré a mis solda-  manejara el barco. Él  le rey, pero Guillermo
        ca, un hombre fuerte,   res mediante una reve-  – preguntó con sorna el  dos estrangular a tu hijo  consiguió acercar la  Tell prefirió regresar a su
        rudo y muy bueno con la  rencia. Era el símbolo del  comandante. ¿De modo  aquí mismo delante de  nave a la costa, a una  humilde hogar en medio
        ballesta. Muchos decían  dominador austríaco.   que te burlas del poder?  tus ojos.             zona rocosa. Justo cuan-  de las montañas y seguir
        que el mejor, sin duda.  Guillermo Tell no lo hizo,  De pronto, se escu-   Guillermo Tell ardía  do estuvo muy cerca,   viviendo allí como lo ha-
        Su fama no solo ensalza-  uno de los soldados lo si-  chó la voz de un niño:  de rabia. Su tranquilidad  saltó a la orilla y comen-  cía antes, junto a su fa-
        ba su gran puntería con  guió y tocó en su hom-    – ¡Papá! ¡Papá!- gri-  se desmoronó por com-  zó a trepar con agilidad  milia.
        las flechas. También era  bro. Inmediatamente   tó el pequeño.          pleto. Su corazón empe-  por las piedras.           Para él aquel lugar
        uno de los mejores nave-  fue detenido.            Era el hijo de Guiller-  zó a latir con fuerza.  Una vez arriba, se  valía más que todos los
        gantes.                    – Ya sabes que aquel  mo Tell, que lo había se-  – ¡No! ¡Espera! Lo  escondió tras unos ma-  castillos del mundo.-
           Pues este hombre,    que no salude al símbolo  guido hasta la plaza del  haré. Pero con una con-
        con tantas habilidades,  ducal tendrá pena de   pueblo.                 dición: colocad a mi hijo
        era en realidad pacífico  muerte- dijo el soldado  – ¿Quién es? ¿Es tu  de espaldas para que no
        y muy humilde. Le gus-  amenazante.             hijo?- preguntó Gessler  pueda mirarle a los ojos.
        taba la tranquilidad y vi-  – No cometí ningún  mientras agarraba por el   Los soldados llevaron
        vía en lo alto de una   delito, respondió sereno  brazo al niño.        al niño hasta el tilo y lo
        montaña de Bürglen, en  Guillermo Tell.            – ¡No le hagas daño!  ataron al tronco de es-
        una pequeña casa de        – ¡Has insultado al  ¡Es mi primogénito!-    paldas a su padre. Gui-
        madera, con su mujer y  ducado austríaco!- gritó  respondió él.         llermo Tell tomó dos fle-
        sus hijos pequeños. Ca-  enfadado el soldado,      – ¡Es el hijo de un trai-  chas. Una de ellas se la
        zaba ciervos y pescaba  mientras una gran mul-  dor! Pero no temas, que  guardó en el cinturón. La  C  A  Ñ  A    T   N   O   M   A    R  T
        para comer. Y con eso y  titud de personas co-  no seré yo quien le haga  otra, la puso sobre la
        el amor de su familia, le  menzaba a agolparse en  daño sino tú mismo. Me  cuerda. Tensó el arco y  HN   A   A    F   D   L   A   A    S  R
        bastaba. Aunque obser-  torno a ellos.          han dicho que eres el   bajó la cabeza. Comen-    A  S   J    I   A   R   N   L   A   M   E
        vaba con horror el cam-                         mejor arquero del país.  zó a rezar. No se oía ni
                                 Llegada de Gessler y la                                                  ZM     E    J   R   A   O   H   U    A  S
        bio producido en su que-  prueba de Guillermo Tell  Vamos a comprobarlo.  un suspiro. Todos perma-
        rido país, ahora goberna-                       Tendrás una única opor-  necían en silencio con el  HA   O   N    Z   E   C   D   T    R O
        do por extranjeros. Su     Todos dejaron sus co-  tunidad. ¿Ves ese tilo allá  corazón encogido.  ON     T   N    O   E   T   L   T   M G
        nombre era Guillermo    mercios. Aquello era    a lo lejos? Ataremos a su  Guillermo Tell alzó la  DD    A   S    L   T   E   N   R    L  O
        Tell.                   más importante que el   tronco a tu hijo y coloca-  cabeza y apuntó a la
           Una mañana, este     dinero. Aquello tenía   remos una manzana so-   manzana. Durante unos     AM     E   F    E   U   N   E   U    D  A
        hombre bajó al pueblo   que ver con la libertad  bre su cabeza. Debes   segundos, contuvo la      NN     I   T    V   L   L   A   S    P  N
        de Altdorf a vender en la  de un hombre y de un  clavar una flecha en la  respiración y entonces,  E  D  O   E    N   L   L   R   C    A  R
        plaza del mercado unas  país.                   fruta. Si no lo consigues  lanzó la flecha.       VD     R   R    I   A   E   A    I   T  O
        pieles de venado con la    – No entiendo por    o matas al niño, serás     Un disparo seguro y
        intención de comprar    qué hay que saludar a un  sentenciado a muerte. Si  certero. Se clavó al ins-  A  T  L  U  U  L   G   C   B    A  S
        abrigos para el invierno  sombrero vacío, insistió  consigues demostrar  tante en el tronco del   A  Z   G    I   S   T   E   E    I   Ñ   I
        a sus hijos. Pero la plaza  el arquero.         que eres el mejor con el  árbol, justo en el centro  AH  I   S    M   Ñ   N   L   V    A  H
        estaba repleta de solda-   De pronto apareció   arco, vivirás…          de la manzana, que cayó
                                                                                                          C  Z   E   U    E   U   A   I   G    A  C
        dos y uno de ellos se fijó  la figura del malvado                       a ambos lados de la fle-
        en él. Alto, corpulento,  Gessler, comandante        Guillermo Tell     cha, partida en dos tro-  BG     O   V    S   P   H   C   C    E  N
                                                             y la manzana
        con el arco en sus ma-  impuesto por el nuevo                           zos.
        nos. Parecía un fiero   duque de Austria para      – ¿Estás loco? ¿Cómo    Todos suspiraron en-
        guerrero, y sin embargo,  dar muerte a todo aquel  piensas que voy a poner  tonces y Gessler dijo:
        su mirada y sus facciones  que intentara levantar-  en peligro la vida de mi  – Bravo, ya veo que
        transmitían paz.        se contra él. No había  hijo? – respondió indig-  no mentía la gente… Y
           Guillermo Tell pasó  dudado Gessler en llenar  nado el arquero.      dime, ¿por qué tenías dos
        junto al poste coronado  los calabozos de disiden-  – Pues entonces, mo-  flechas?
        por un sombrero ducal.  tes y en dar muerte a los  rirás…                  – Si la primera fallaba
        Todo aquel que pasaba   más rebeldes.              – Prefiero morir.    y hería a mi hijo, la segun-
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