Page 17 - Semanario-06-12-24.pmd
P. 17

El elfo del rosal



        VERSIÓN LIBRE  DE  CUENTO  CLÁSICO DE HANS CHRISTIAN  ANDERSEN



                                                                                                        su habitación, junto a la  sadilla; luego, volando a
                                                                                                        cama, pues era preciosa y  sus labios, le hirieron en
                                                                                                        su perfume una verdadera  la lengua con sus veneno-
                                                                                                        delicia. La siguió el peque-  sas flechas.
                                                                                                        ño elfo de la rosa, volan-  -¡Ya hemos vengado al
                                                                                                        do de flor en flor, en cada  muerto! -afirmaron, y se
                                                                                                        una de las cuales habita-  retiraron de nuevo a las
                                                                                                        ba una almita, y les habló  flores blancas del jazmín.
                                                                                                        del joven inmolado cuya    Al amanecer y abrirse
                                                                                                        cabeza era ahora tierra  súbitamente la ventana
                                                                                                        entre la tierra. Les habló  del dormitorio, entraron el
                                                                                                        también del malvado her-  elfo de la rosa con la rei-
                                                                                                        mano y de la desdichada  na de las abejas y todo el
                                                                                                        hermana.                enjambre, que venían a
                                                                                                           -¡Lo sabemos -decía  ejecutar su venganza.
                                                                                                        cada alma de las flores-,  Pero ya estaba muerto;
                                                                                                        lo sabemos! ¿No brotamos  varias personas que ro-
                                                                                                        acaso de los ojos y de los  deaban la cama senten-
                                                                                                        labios del asesinado?   ciaron:
                                                                                                           ¡Lo sabemos, lo sabe-   -El perfume del jazmín
                                                                                                        mos! -y hacían con la ca-  lo ha matado.
                                                                                                        beza unos gestos signifi-  El  elfo comprendió la
                                                                                                        cativos.                venganza de las flores y
                                                                                                           El elfo no lograba com-  lo explicó a la reina de las
                                                                                                        prender cómo podían es-  abejas, y ella con todo el
                                                                                                        tarse tan quietas, y se fue  enjambre revoloteó zum-
                                                                                                        volando en busca de las  bando en torno a la mace-
                                                                                                        abejas, que recogían miel,  ta. No había modo de ahu-
                                                                                                        y les contó la historia del  yentar a los insectos,  en-
                                                                                                        malvado hermano. Las    tonces un hombre  se  lle-
                                                                                                        abejas lo dijeron a su rei-  vó la maceta afuera; mas
                                                                                                        na, la cual dio orden de  al picarle en la mano una
           En el centro de un jar-  ñas y los mares. ¡Adiós,  cía en su lecho soñando  en el sitio de la sepultu-  que a la mañana siguien-  de las abejas, la soltó y
        dín crecía un rosal cuajado  mi dulce prometida, pues  con aquél que tanto la  ra.              te dieran muerte al asesi-  se rompió al tocar el sue-
        de rosas y en una de ellas,  lo eres a pesar de todo!  amaba y que, según ella  Llegada a su habita-  no.               lo.
        la más hermosa de todas,   Se besaron, y la mu-  creía, se encontraba en  ción, depositó en ella la  Pero la noche anterior,  Entonces descubrieron
        habitaba un elfo tan pe-  chacha, llorando, le dio  aquellos momentos cami-  cabeza sin vida de su  la primera que siguió al  el lívido cráneo y supieron
        queñín que ningún ojo hu-  una rosa después de ha-  nando por bosques y  amado en una gran ma-  fallecimiento de la herma-  que el muerto que yacía en
        mano podía distinguirlo.  ber estampado en ella  montañas. El perverso  ceta, la cubrió de tierra y  na, al quedarse dormido  el lecho era un homicida.
        Detrás de cada pétalo de  un beso tan intenso y  hermano se inclinó sobre  plantó en ella la rama de  el malvado en su cama  La reina de las abejas se-
        la rosa tenía un dormito-  sentido que la flor se  ella con una risa diabó-  jazmín.            junto al oloroso jazmín, se  guía zumbando en el aire
        rio. Era tan bien educado y  abrió. El elfo aprovechó  lica, como sólo el demo-  -¡Adiós, adiós! -susu-  abrieron todos los cálices;  y cantando la venganza de
        tan guapo como pueda    la ocasión para introdu-  nio sabe reírse.      rró el geniecillo, que no  invisibles, pero armadas  las flores, y cantando al
        serlo un niño, tenía alas  cirse en ella, reclinando  Entonces la hoja seca  pudiendo soportar por  de ponzoñosos dardos,  elfo de la rosa, y pregonan-
        que le llegaban desde los  la cabeza en los suaves  se le cayó del pelo y que-  más tiempo aquel gran  salieron todas las almas  do que detrás de la hoja
        hombros hasta los pies.  pétalos fragantes; desde  dó sobre el cubrecamas  dolor, voló a su rosa del  de las flores y, penetran-  más mínima hay alguien
           Se pasaba el día go-  allí pudo oír perfecta-  sin que él se diera cuen-  jardín. Pero estaba mar-  do primero en sus oídos,  que puede descubrir la
        zando de la luz del sol,  mente los adioses de la  ta. Luego salió de la ha-  chita; sólo unas pocas  le contaron sueños de pe-  maldad y vengarla.-
        volando de flor en flor, bai-  pareja. Y se dio cuenta  bitación. El elfo saltó de  hojas amarillas colgaban
        lando sobre las alas de la  de que la rosa era pren-  la hoja y, entrándose en  aún del cáliz verde.
        inquieta mariposa y mi-  dida en el pecho del jo-  el oído de la dormida   Encontró otra rosa y
        diendo los pasos que ne-  ven. ¡Ah, cómo palpitaba  muchacha, le contó, como  estableció en ella su mo-
        cesitaba dar para recorrer  el corazón debajo! Eran  en sueños, el horrible  rada, detrás de sus deli-
        todos los caminos y sen-  tan violentos sus latidos,  asesinato, describiéndo-  cados y fragantes péta-
        deros que hay en una sola  que el elfo no pudo pe-  le el lugar donde el her-  los.
        hoja de tilo. Antes de ha-  gar el ojo.         mano lo había perpetra-    Cada mañana encon-
        berlos recorrido todos, se  Pero la rosa no per-  do y aquel en que yacía  traba a la muchacha llo-
        había puesto el sol; claro  maneció mucho tiempo  el cadáver. Le habló tam-  rando junto a su maceta.
        que  había  empezado    prendida en el pecho. El  bién del tilo florido que  Sus amargas lágrimas
        algo tarde.             hombre la tomó en su    crecía allí, y dijo:    caían sobre la ramita de
           Se enfrió el ambien-  mano y, mientras camina-  -Para que no pienses  jazmín, la cual crecía y se  A  I  I  D  R   R   A   J   E   G   M
        te, cayó el rocío, mientras  ba solitario por el bos-  que lo que acabo de con-  ponía verde y lozana,
        soplaba el viento; lo me-  que oscuro, la besaba  tarte es sólo un sueño,  mientras la palidez iba  I  M  J   A   R   D    I  N   D   L   A
        jor era retirarse a casa.  con tanta frecuencia y  encontrarás sobre tu  invadiendo las mejillas
        El elfo echó a correr cuan-  fuerza, que por poco aho-  cama una hoja seca.  de la doncella. Brotaban  N  S  S  E  C  I   L   A   C   O   R
        do pudo, pero la rosa se  ga a nuestro elfo.       Y, efectivamente, al  nuevas ramas y florecían  I  A   U   O   L   I   T   L   U   R   D
        había cerrado y no pudo    Se acercó entonces   despertar ella la hoja es-  blancos capullitos que
        entrar, y ninguna otra  otro hombre, sombrío y  taba allí. ¡Oh, qué amar-  ella besaba. El perverso  MS   O   F   L   E    I  A   A    I  R
        quedaba abierta.  ¡Ay, su  colérico; era el perverso  gas lágrimas vertió! ¡Y  hermano no cesaba de re-  Z  O  E  L  I  L  T  A    J  A   E
        imprudencia le iba a cos-  hermano de la doncella.  sin tener a nadie a quien  ñirle, preguntándole si se
        tar la vida!            Sacando un afilado cuchi-  poder confiar su dolor!  había vuelto loca.  La mu-  A  R  T  R  C  I  D   Z   A   V   S
           Sabiendo que en el   llo de grandes dimensio-   No bien hubo oscure-  chacha reclinaba la cabe-
        extremo opuesto del jar-  nes, lo clavó en el pecho  cido, la joven salió disi-  za sobre la maceta y el elfo  J  I  O  A  H  C  S  N  D  L  A
        dín había una glorieta  del enamorado mientras  muladamente de la casa,  de la rosa solía encontrar-  Z  L  L  C  N   O   L   A   O   E   J
        recubierta de bella ma-  éste besaba la rosa. Lue-  se dirigió al bosque, al  la allí dormida; entonces
        dreselva cuyas flores pa-  go le cortó la cabeza y la  lugar donde crecía el tilo,  se deslizaba en su oído y  G  E  R  V  D  I  R  G  U  S  E
        recían trompetillas pin-  enterró, junto con el cuer-  y apartando las hojas y la  le contaba de aquel ano-  C  A  D  R  O  I  S  N  E  E  B
        tadas, decidió refugiarse  po, en la tierra blanda  tierra no tardó en encon-  checer en la glorieta, del
        en una de ellas y aguar-  del pie del tilo.     trar el cuerpo del asesi-  aroma de la flor y del amor  MA  A  I  N   A   U   E   V   R   A
        dar la mañana.             Luego, con los pies,  nado. ¡Ah, cómo lloró, y  de los elfos; ella soñaba  MD   M  O   L   I    I  V   S   D   C
           Se trasladó volando a  acumuló hojas secas so-  cómo rogó a Dios que le  dulcemente. Un día, mien-
        la glorieta. ¡Cuidado!  bre la tierra mullida, y se  concediese la gracia de  tras se hallaba sumida en  Z  M  U  C  H  A  C  H   A   A   D
        Dentro había dos perso-  marchó a su casa a tra-  una pronta muerte!    uno de estos sueños, se   L  O    Z   L   O   E   P   R   E   M   G
        nas, un hombre joven y  vés de la noche oscura.    Al no poder cargar con  apagó su vida, y la muerte
        guapo y una hermosísima  Pero no iba solo, como  el cadáver recogió la ca-  la acogió, misericordiosa.  L  N  I  M  Z  A   J  C   O   C   L
        muchacha; sentados uno  creía; lo acompañaba el  beza lívida, con los cerra-  Se encontró en el cielo jun-
        junto al otro, deseaban  minúsculo elfo, montado  dos ojos, y besando la  to al ser amado.
        no tener que separarse  en una enrollada hoja   fría boca sacudió la tie-  Los jazmines abrieron
        en toda la eternidad; se  seca de tilo que se había  rra adherida al hermoso  sus blancas flores y espar-
        querían con toda el alma.  adherido al pelo del cri-  cabello.          cieron su maravilloso aro-
           -Y, no obstante, tene-  minal mientras enterra-  -¡La guardaré! -dijo, y  ma característico; era su
        mos que separarnos -la-  ba a su víctima.       después de haber cubier-  modo de llorar a la muer-
        mentaba el joven. Tu her-  Se quitó el sombrero  to el cuerpo con tierra y  ta.
        mano nos odia; por eso  y entró en el dormitorio  hojas, volvió a su casa  El mal hermano se
        me envía con una misión  de su hermana. La hermo-  con la cabeza y una rami-  apropió de la hermosa
        más allá de las monta-  sa y lozana doncella ya-  ta de jazmín que florecía  planta florida y la puso en
   12   13   14   15   16   17   18   19   20   21   22