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El elfo del rosal
VERSIÓN LIBRE DE CUENTO CLÁSICO DE HANS CHRISTIAN ANDERSEN
su habitación, junto a la sadilla; luego, volando a
cama, pues era preciosa y sus labios, le hirieron en
su perfume una verdadera la lengua con sus veneno-
delicia. La siguió el peque- sas flechas.
ño elfo de la rosa, volan- -¡Ya hemos vengado al
do de flor en flor, en cada muerto! -afirmaron, y se
una de las cuales habita- retiraron de nuevo a las
ba una almita, y les habló flores blancas del jazmín.
del joven inmolado cuya Al amanecer y abrirse
cabeza era ahora tierra súbitamente la ventana
entre la tierra. Les habló del dormitorio, entraron el
también del malvado her- elfo de la rosa con la rei-
mano y de la desdichada na de las abejas y todo el
hermana. enjambre, que venían a
-¡Lo sabemos -decía ejecutar su venganza.
cada alma de las flores-, Pero ya estaba muerto;
lo sabemos! ¿No brotamos varias personas que ro-
acaso de los ojos y de los deaban la cama senten-
labios del asesinado? ciaron:
¡Lo sabemos, lo sabe- -El perfume del jazmín
mos! -y hacían con la ca- lo ha matado.
beza unos gestos signifi- El elfo comprendió la
cativos. venganza de las flores y
El elfo no lograba com- lo explicó a la reina de las
prender cómo podían es- abejas, y ella con todo el
tarse tan quietas, y se fue enjambre revoloteó zum-
volando en busca de las bando en torno a la mace-
abejas, que recogían miel, ta. No había modo de ahu-
y les contó la historia del yentar a los insectos, en-
malvado hermano. Las tonces un hombre se lle-
abejas lo dijeron a su rei- vó la maceta afuera; mas
na, la cual dio orden de al picarle en la mano una
En el centro de un jar- ñas y los mares. ¡Adiós, cía en su lecho soñando en el sitio de la sepultu- que a la mañana siguien- de las abejas, la soltó y
dín crecía un rosal cuajado mi dulce prometida, pues con aquél que tanto la ra. te dieran muerte al asesi- se rompió al tocar el sue-
de rosas y en una de ellas, lo eres a pesar de todo! amaba y que, según ella Llegada a su habita- no. lo.
la más hermosa de todas, Se besaron, y la mu- creía, se encontraba en ción, depositó en ella la Pero la noche anterior, Entonces descubrieron
habitaba un elfo tan pe- chacha, llorando, le dio aquellos momentos cami- cabeza sin vida de su la primera que siguió al el lívido cráneo y supieron
queñín que ningún ojo hu- una rosa después de ha- nando por bosques y amado en una gran ma- fallecimiento de la herma- que el muerto que yacía en
mano podía distinguirlo. ber estampado en ella montañas. El perverso ceta, la cubrió de tierra y na, al quedarse dormido el lecho era un homicida.
Detrás de cada pétalo de un beso tan intenso y hermano se inclinó sobre plantó en ella la rama de el malvado en su cama La reina de las abejas se-
la rosa tenía un dormito- sentido que la flor se ella con una risa diabó- jazmín. junto al oloroso jazmín, se guía zumbando en el aire
rio. Era tan bien educado y abrió. El elfo aprovechó lica, como sólo el demo- -¡Adiós, adiós! -susu- abrieron todos los cálices; y cantando la venganza de
tan guapo como pueda la ocasión para introdu- nio sabe reírse. rró el geniecillo, que no invisibles, pero armadas las flores, y cantando al
serlo un niño, tenía alas cirse en ella, reclinando Entonces la hoja seca pudiendo soportar por de ponzoñosos dardos, elfo de la rosa, y pregonan-
que le llegaban desde los la cabeza en los suaves se le cayó del pelo y que- más tiempo aquel gran salieron todas las almas do que detrás de la hoja
hombros hasta los pies. pétalos fragantes; desde dó sobre el cubrecamas dolor, voló a su rosa del de las flores y, penetran- más mínima hay alguien
Se pasaba el día go- allí pudo oír perfecta- sin que él se diera cuen- jardín. Pero estaba mar- do primero en sus oídos, que puede descubrir la
zando de la luz del sol, mente los adioses de la ta. Luego salió de la ha- chita; sólo unas pocas le contaron sueños de pe- maldad y vengarla.-
volando de flor en flor, bai- pareja. Y se dio cuenta bitación. El elfo saltó de hojas amarillas colgaban
lando sobre las alas de la de que la rosa era pren- la hoja y, entrándose en aún del cáliz verde.
inquieta mariposa y mi- dida en el pecho del jo- el oído de la dormida Encontró otra rosa y
diendo los pasos que ne- ven. ¡Ah, cómo palpitaba muchacha, le contó, como estableció en ella su mo-
cesitaba dar para recorrer el corazón debajo! Eran en sueños, el horrible rada, detrás de sus deli-
todos los caminos y sen- tan violentos sus latidos, asesinato, describiéndo- cados y fragantes péta-
deros que hay en una sola que el elfo no pudo pe- le el lugar donde el her- los.
hoja de tilo. Antes de ha- gar el ojo. mano lo había perpetra- Cada mañana encon-
berlos recorrido todos, se Pero la rosa no per- do y aquel en que yacía traba a la muchacha llo-
había puesto el sol; claro maneció mucho tiempo el cadáver. Le habló tam- rando junto a su maceta.
que había empezado prendida en el pecho. El bién del tilo florido que Sus amargas lágrimas
algo tarde. hombre la tomó en su crecía allí, y dijo: caían sobre la ramita de
Se enfrió el ambien- mano y, mientras camina- -Para que no pienses jazmín, la cual crecía y se A I I D R R A J E G M
te, cayó el rocío, mientras ba solitario por el bos- que lo que acabo de con- ponía verde y lozana,
soplaba el viento; lo me- que oscuro, la besaba tarte es sólo un sueño, mientras la palidez iba I M J A R D I N D L A
jor era retirarse a casa. con tanta frecuencia y encontrarás sobre tu invadiendo las mejillas
El elfo echó a correr cuan- fuerza, que por poco aho- cama una hoja seca. de la doncella. Brotaban N S S E C I L A C O R
do pudo, pero la rosa se ga a nuestro elfo. Y, efectivamente, al nuevas ramas y florecían I A U O L I T L U R D
había cerrado y no pudo Se acercó entonces despertar ella la hoja es- blancos capullitos que
entrar, y ninguna otra otro hombre, sombrío y taba allí. ¡Oh, qué amar- ella besaba. El perverso MS O F L E I A A I R
quedaba abierta. ¡Ay, su colérico; era el perverso gas lágrimas vertió! ¡Y hermano no cesaba de re- Z O E L I L T A J A E
imprudencia le iba a cos- hermano de la doncella. sin tener a nadie a quien ñirle, preguntándole si se
tar la vida! Sacando un afilado cuchi- poder confiar su dolor! había vuelto loca. La mu- A R T R C I D Z A V S
Sabiendo que en el llo de grandes dimensio- No bien hubo oscure- chacha reclinaba la cabe-
extremo opuesto del jar- nes, lo clavó en el pecho cido, la joven salió disi- za sobre la maceta y el elfo J I O A H C S N D L A
dín había una glorieta del enamorado mientras muladamente de la casa, de la rosa solía encontrar- Z L L C N O L A O E J
recubierta de bella ma- éste besaba la rosa. Lue- se dirigió al bosque, al la allí dormida; entonces
dreselva cuyas flores pa- go le cortó la cabeza y la lugar donde crecía el tilo, se deslizaba en su oído y G E R V D I R G U S E
recían trompetillas pin- enterró, junto con el cuer- y apartando las hojas y la le contaba de aquel ano- C A D R O I S N E E B
tadas, decidió refugiarse po, en la tierra blanda tierra no tardó en encon- checer en la glorieta, del
en una de ellas y aguar- del pie del tilo. trar el cuerpo del asesi- aroma de la flor y del amor MA A I N A U E V R A
dar la mañana. Luego, con los pies, nado. ¡Ah, cómo lloró, y de los elfos; ella soñaba MD M O L I I V S D C
Se trasladó volando a acumuló hojas secas so- cómo rogó a Dios que le dulcemente. Un día, mien-
la glorieta. ¡Cuidado! bre la tierra mullida, y se concediese la gracia de tras se hallaba sumida en Z M U C H A C H A A D
Dentro había dos perso- marchó a su casa a tra- una pronta muerte! uno de estos sueños, se L O Z L O E P R E M G
nas, un hombre joven y vés de la noche oscura. Al no poder cargar con apagó su vida, y la muerte
guapo y una hermosísima Pero no iba solo, como el cadáver recogió la ca- la acogió, misericordiosa. L N I M Z A J C O C L
muchacha; sentados uno creía; lo acompañaba el beza lívida, con los cerra- Se encontró en el cielo jun-
junto al otro, deseaban minúsculo elfo, montado dos ojos, y besando la to al ser amado.
no tener que separarse en una enrollada hoja fría boca sacudió la tie- Los jazmines abrieron
en toda la eternidad; se seca de tilo que se había rra adherida al hermoso sus blancas flores y espar-
querían con toda el alma. adherido al pelo del cri- cabello. cieron su maravilloso aro-
-Y, no obstante, tene- minal mientras enterra- -¡La guardaré! -dijo, y ma característico; era su
mos que separarnos -la- ba a su víctima. después de haber cubier- modo de llorar a la muer-
mentaba el joven. Tu her- Se quitó el sombrero to el cuerpo con tierra y ta.
mano nos odia; por eso y entró en el dormitorio hojas, volvió a su casa El mal hermano se
me envía con una misión de su hermana. La hermo- con la cabeza y una rami- apropió de la hermosa
más allá de las monta- sa y lozana doncella ya- ta de jazmín que florecía planta florida y la puso en