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La aguja de zurcir



         VERSIÓN LIBRE  DE  CUENTO  CLÁSICO DE HANS CHRISTIAN ANDERSEN



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                                                                                                           -¡Vamos! A éste lo   el negro hace más es-
                                                                                                        han despachado -dijo la  belto, por lo que la agu-
                                                                                                        aguja-. Yo me quedo,    ja se creyó aún más fina
                                                                                                        soy demasiado fina,     que antes.
                                                                                                        pero esto es mi orgullo,   -¡Ahí viene flotando
                                                                                                        y vale la pena.         una cáscara de huevo! -
                                                                                                           Y permaneció altiva,  gritaron los chiquillos, y
                                                                                                        sumida en sus pensa-    clavaron en ella la agu-
                                                                                                        mientos.                ja.
                                                                                                           -De tan fina que soy,   -Negra sobre fondo
                                                                                                        casi creería que nací de  blanco -observó ésta-.
                                                                                                        un rayo de sol. Tengo la  ¡Qué bien me sienta!
                                                                                                        impresión de que el sol  Soy bien visible. ¡Con
                                                                                                        me busca siempre de-    tal que no me maree ni
                                                                                                        bajo del agua. Soy tan  vomite!
                                                                                                        sutil, que ni mi padre     Pero no se mareó ni
                                                                                                        me encuentra. Si no se  vomitó.
                                                                                                        me hubiese roto el ojo,    -Es una gran cosa
                                                                                                        creo que lloraría; pero  contra el mareo tener
                                                                                                        no, no es distinguido   estómago de acero. En
                                                                                                        llorar.                 esto sí que estoy por
                                                                                                           Un día se presenta-  encima del vulgo. Me
                                                                                                        ron varios pilluelos y se  siento como si nada.
                                                                                                        pusieron a rebuscar en  Cuanto más fina es una,
                                                                                                        el arroyo en pos de cla-  más resiste.
                                                                                                        vos viejos, perras chicas  -¡Crac! -exclamó la
                                                                                                        y otras cosas por el es-  cáscara, al sentirse
                                                                                                        tilo. Era una ocupación  aplastada por la rueda
           Érase una vez una    adentros, pues por fue-  el fondo y aquí sigo cla-  carme del estuche y  muy sucia, pero ellos se  de un carro.
        aguja de zurcir tan fina  ra es muy difícil ver  vada. ¡Toma!, ahora    volver a meterme en     divertían de lo lindo.     -¡Uf, cómo pesa! -
        y puntiaguda, que se    cuándo se ríe una aguja  pasa una viruta que no  él.                       -¡Ay! -exclamó uno;  añadió la aguja-. Ahora
        creía ser una aguja de  de zurcir. Y se quedó allí  piensa en nada del     -¿Brillaban acaso? -  se había pinchado con la  sí que me mareo. ¡Me
        coser.                  tan orgullosa como si   mundo como no sea en    preguntó el casco de    aguja de zurcir-. ¡Esta  rompo, me rompo!
           -Fíjense en lo que   fuese en coche, y pa-   una “viruta”, o sea, en  botella.               marrana!                   Pero no se rompió,
        hacen y manéjenme       seaba la mirada a su al-  ella misma. Y ahora      -¿Brillar? -exclamó     -¡Yo no soy ninguna  pese a haber sido atro-
        con cuidado -decía a los  rededor.              viene una paja: ¡qué    la aguja-. No; pero a or-  marrana sino una seño-  pellada por un carro.
        dedos que la manipula-     -¿Puedo tomarme la   manera de revolcarse    gullosos nadie los gana-  rita! -protestó la aguja;  Quedó en el suelo,
        ban-. No me dejen caer,  libertad de preguntar-  y de girar! No pienses  ba. Eran cinco herma-  pero nadie la oyó.      y, lo que es por mí, pue-
        que si voy al suelo las  le, con el debido respe-  tanto en ti, que darás  nos, todos dedos de     El lacre se había des-  de seguir allí muchos
        pasarán negras para en-  to, si acaso es usted de  contra una piedra.   nacimiento. Iban siem-  prendido y el metal es-  años.-
        contrarme. ¡Soy tan     oro? -inquirió el alfiler,  ¡Y ahora un trozo de  pre juntos, la mar de
        fina!                   su vecino-.             periódico! Nadie se     tiesos uno al lado del
           -¡Vamos, vamos,         Tiene usted un por-  acuerda de lo que       otro, a pesar de que
        que no hay para tanto!  te majestuoso y cabeza  pone, y, no obstante,   ninguno era de la mis-
        -dijeron los dedos suje-  propia, aunque peque-  ¡cómo se ahueca! Yo,   ma longitud.
        tándola por el cuerpo.  ña.                     en cambio, me estoy        El de más afuera, se
           -Miren, aquí llego yo   Debe procurar cre-   aquí paciente y quie-   llamaba Pulgar, era
        con mi séquito -prosi-  cer, pues no siempre se  ta; sé lo que soy y se-  corto y gordo, estaba
        guió la aguja, arrastran-  pueden poner gotas de  guiré siéndolo…».     separado de la mano y
        do tras sí una larga he-  lacre en el cabo.        Un día fue a parar a  como sólo tenía una
        bra pero sin nudo.         Al oír esto, la aguja  su lado un objeto que  articulación en el dor-
           Los dedos apunta-    se irguió con tanto or-  brillaba tanto, que la  so, sólo podía hacer     A   I  O   A   R    B   E   H   E   M   T
        ron la aguja a la zapati-  gullo que se soltó de la  aguja pensó que tal  una inclinación; pero   I  M    T  Z   S    O   D   E   D   A   R
        lla de la cocinera; el  tela y cayó en el verte-  vez sería un diamante;  afirmaba que si a un
        cuero de la parte supe-  dero en el que la coci-  pero en realidad era  hombre se lo corta-       C  O    I  D   A    T   G   E   S   R   R
        rior había reventado y  nera estaba lavando.    un casco de botella. Y  ban, quedaba inútil       O   S  U   S   R    E   O   L   E   R   A
        se disponían a coserlo.    -Ahora me voy de     como brillaba, la aguja  para el servicio militar.  O  R  Q  R   E    L   I   F   L   A   T
           -¡Qué trabajo más    viaje -dijo la aguja-.  se dirigió a él, presen-   Luego venía el La-
        ordinario! -exclamó la  ¡Con tal que no me pier-  tándose como alfiler de  meollas, que se metía  O  A   E    L  H    L   N   R    I  N   R
        aguja-. No es para mí.  da!                     pecho.                  en lo dulce y en lo amar-  S  H  S   D   C    A   D   L   S   A   A
        ¡Me rompo, me rompo!       Pero es el caso que     -Usted debe ser un   go, señalaba el sol y la
           Y se rompió          se perdió.              diamante, ¿verdad?      luna y era el que apre-   O   I  C    I  E    C   A   A   R   L   R
           -¿No os lo dije? -sus-  «Este mundo no          -Bueno… sí, algo por  taba la pluma cuando     R   I   L  U   P    T   L   J   L   S   A
        piró la víctima-. ¡Soy  está hecho para mí -    el estilo.              escribían.                I   Z  R   V   R    L   R   I   U   R   C
        demasiado fina!         pensó, ya en el arroyo     Los dos quedaron        El Larguirucho se mi-
           -Ya no sirve para    de la calle-. Soy dema-  convencidos de que     raba a los demás desde    C   P  N   A   O    I   T   E   E   G   S
        nada -pensaron los de-  siado fina. Pero tengo  eran joyas excepciona-  lo alto. El Borde dorado  R   T  C   E   N    A   U   N   V   C   A
        dos; pero hubieron de   conciencia de mi valer,  les, y se enzarzaron en  se paseaba con un aro   U   I  M O     P    I   I   G   L   B   C
        seguir   sujetándola    y esto siempre es una   una conversación acer-  de oro alrededor del
        mientras la cocinera le  pequeña satisfacción».  ca de lo presuntuosa   cuerpo, y el menudo       Z  A   C   A   M    C   D   R   R   O   D
        aplicaba una gota de la-  Y mantuvo su actitud,  que es la gente.       Meñique no hacía nada,    L  O   Z    L  O    E   B   R   E   A   G
        cre y luego era clavada  sin perder el buen hu-    -¿Sabes? yo viví en  de lo cual estaba muy     L  C   A   R   E    N   I   C   O   C   L
        en la pechera de la blu-  mor.                  el estuche de una seño-  ufano. Todo era jactar-
        sa.                        Por encima de ella   rita -dijo la aguja de zur-  se y vanagloriarse. Por
           -¡Toma! ¡Ahora soy   pasaba flotando toda    cir-; era cocinera; tenía  eso fui yo a dar en el
        un prendedor! -dijo la  clase de objetos: viru-  cinco dedos en cada    vertedero.
        vanidosa-. Bien sabía yo  tas, pajas y pedazos de  mano, pero nunca he     -Ahora    estamos
        que con el tiempo haría  periódico.             visto nada tan engreído  aquí, brillando -afirmó
        carrera. Cuando una        «¡Cómo navegan! -    como aquellos cinco     el casco de botella. En
        vale, un día u otro se lo  pensaba la aguja-. ¡Poco  dedos; y, sin embargo,  el mismo momento lle-
        reconocen.              se imaginan lo que hay  toda su misión consis-  gó más agua al arroyo,
           Y se río para sus    en el fondo! Yo estoy en  tía en sostenerme, sa-  lo desbordó y se llevó
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