Page 17 - Semanario-21-11-24.pmd
P. 17
La aguja de zurcir
VERSIÓN LIBRE DE CUENTO CLÁSICO DE HANS CHRISTIAN ANDERSEN
el casco. taba ennegrecido; pero
-¡Vamos! A éste lo el negro hace más es-
han despachado -dijo la belto, por lo que la agu-
aguja-. Yo me quedo, ja se creyó aún más fina
soy demasiado fina, que antes.
pero esto es mi orgullo, -¡Ahí viene flotando
y vale la pena. una cáscara de huevo! -
Y permaneció altiva, gritaron los chiquillos, y
sumida en sus pensa- clavaron en ella la agu-
mientos. ja.
-De tan fina que soy, -Negra sobre fondo
casi creería que nací de blanco -observó ésta-.
un rayo de sol. Tengo la ¡Qué bien me sienta!
impresión de que el sol Soy bien visible. ¡Con
me busca siempre de- tal que no me maree ni
bajo del agua. Soy tan vomite!
sutil, que ni mi padre Pero no se mareó ni
me encuentra. Si no se vomitó.
me hubiese roto el ojo, -Es una gran cosa
creo que lloraría; pero contra el mareo tener
no, no es distinguido estómago de acero. En
llorar. esto sí que estoy por
Un día se presenta- encima del vulgo. Me
ron varios pilluelos y se siento como si nada.
pusieron a rebuscar en Cuanto más fina es una,
el arroyo en pos de cla- más resiste.
vos viejos, perras chicas -¡Crac! -exclamó la
y otras cosas por el es- cáscara, al sentirse
tilo. Era una ocupación aplastada por la rueda
Érase una vez una adentros, pues por fue- el fondo y aquí sigo cla- carme del estuche y muy sucia, pero ellos se de un carro.
aguja de zurcir tan fina ra es muy difícil ver vada. ¡Toma!, ahora volver a meterme en divertían de lo lindo. -¡Uf, cómo pesa! -
y puntiaguda, que se cuándo se ríe una aguja pasa una viruta que no él. -¡Ay! -exclamó uno; añadió la aguja-. Ahora
creía ser una aguja de de zurcir. Y se quedó allí piensa en nada del -¿Brillaban acaso? - se había pinchado con la sí que me mareo. ¡Me
coser. tan orgullosa como si mundo como no sea en preguntó el casco de aguja de zurcir-. ¡Esta rompo, me rompo!
-Fíjense en lo que fuese en coche, y pa- una “viruta”, o sea, en botella. marrana! Pero no se rompió,
hacen y manéjenme seaba la mirada a su al- ella misma. Y ahora -¿Brillar? -exclamó -¡Yo no soy ninguna pese a haber sido atro-
con cuidado -decía a los rededor. viene una paja: ¡qué la aguja-. No; pero a or- marrana sino una seño- pellada por un carro.
dedos que la manipula- -¿Puedo tomarme la manera de revolcarse gullosos nadie los gana- rita! -protestó la aguja; Quedó en el suelo,
ban-. No me dejen caer, libertad de preguntar- y de girar! No pienses ba. Eran cinco herma- pero nadie la oyó. y, lo que es por mí, pue-
que si voy al suelo las le, con el debido respe- tanto en ti, que darás nos, todos dedos de El lacre se había des- de seguir allí muchos
pasarán negras para en- to, si acaso es usted de contra una piedra. nacimiento. Iban siem- prendido y el metal es- años.-
contrarme. ¡Soy tan oro? -inquirió el alfiler, ¡Y ahora un trozo de pre juntos, la mar de
fina! su vecino-. periódico! Nadie se tiesos uno al lado del
-¡Vamos, vamos, Tiene usted un por- acuerda de lo que otro, a pesar de que
que no hay para tanto! te majestuoso y cabeza pone, y, no obstante, ninguno era de la mis-
-dijeron los dedos suje- propia, aunque peque- ¡cómo se ahueca! Yo, ma longitud.
tándola por el cuerpo. ña. en cambio, me estoy El de más afuera, se
-Miren, aquí llego yo Debe procurar cre- aquí paciente y quie- llamaba Pulgar, era
con mi séquito -prosi- cer, pues no siempre se ta; sé lo que soy y se- corto y gordo, estaba
guió la aguja, arrastran- pueden poner gotas de guiré siéndolo…». separado de la mano y
do tras sí una larga he- lacre en el cabo. Un día fue a parar a como sólo tenía una
bra pero sin nudo. Al oír esto, la aguja su lado un objeto que articulación en el dor-
Los dedos apunta- se irguió con tanto or- brillaba tanto, que la so, sólo podía hacer A I O A R B E H E M T
ron la aguja a la zapati- gullo que se soltó de la aguja pensó que tal una inclinación; pero I M T Z S O D E D A R
lla de la cocinera; el tela y cayó en el verte- vez sería un diamante; afirmaba que si a un
cuero de la parte supe- dero en el que la coci- pero en realidad era hombre se lo corta- C O I D A T G E S R R
rior había reventado y nera estaba lavando. un casco de botella. Y ban, quedaba inútil O S U S R E O L E R A
se disponían a coserlo. -Ahora me voy de como brillaba, la aguja para el servicio militar. O R Q R E L I F L A T
-¡Qué trabajo más viaje -dijo la aguja-. se dirigió a él, presen- Luego venía el La-
ordinario! -exclamó la ¡Con tal que no me pier- tándose como alfiler de meollas, que se metía O A E L H L N R I N R
aguja-. No es para mí. da! pecho. en lo dulce y en lo amar- S H S D C A D L S A A
¡Me rompo, me rompo! Pero es el caso que -Usted debe ser un go, señalaba el sol y la
Y se rompió se perdió. diamante, ¿verdad? luna y era el que apre- O I C I E C A A R L R
-¿No os lo dije? -sus- «Este mundo no -Bueno… sí, algo por taba la pluma cuando R I L U P T L J L S A
piró la víctima-. ¡Soy está hecho para mí - el estilo. escribían. I Z R V R L R I U R C
demasiado fina! pensó, ya en el arroyo Los dos quedaron El Larguirucho se mi-
-Ya no sirve para de la calle-. Soy dema- convencidos de que raba a los demás desde C P N A O I T E E G S
nada -pensaron los de- siado fina. Pero tengo eran joyas excepciona- lo alto. El Borde dorado R T C E N A U N V C A
dos; pero hubieron de conciencia de mi valer, les, y se enzarzaron en se paseaba con un aro U I M O P I I G L B C
seguir sujetándola y esto siempre es una una conversación acer- de oro alrededor del
mientras la cocinera le pequeña satisfacción». ca de lo presuntuosa cuerpo, y el menudo Z A C A M C D R R O D
aplicaba una gota de la- Y mantuvo su actitud, que es la gente. Meñique no hacía nada, L O Z L O E B R E A G
cre y luego era clavada sin perder el buen hu- -¿Sabes? yo viví en de lo cual estaba muy L C A R E N I C O C L
en la pechera de la blu- mor. el estuche de una seño- ufano. Todo era jactar-
sa. Por encima de ella rita -dijo la aguja de zur- se y vanagloriarse. Por
-¡Toma! ¡Ahora soy pasaba flotando toda cir-; era cocinera; tenía eso fui yo a dar en el
un prendedor! -dijo la clase de objetos: viru- cinco dedos en cada vertedero.
vanidosa-. Bien sabía yo tas, pajas y pedazos de mano, pero nunca he -Ahora estamos
que con el tiempo haría periódico. visto nada tan engreído aquí, brillando -afirmó
carrera. Cuando una «¡Cómo navegan! - como aquellos cinco el casco de botella. En
vale, un día u otro se lo pensaba la aguja-. ¡Poco dedos; y, sin embargo, el mismo momento lle-
reconocen. se imaginan lo que hay toda su misión consis- gó más agua al arroyo,
Y se río para sus en el fondo! Yo estoy en tía en sostenerme, sa- lo desbordó y se llevó