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El ermitaño y el oso
VERSIÓN LIBRE BASADA EN FÁBULA DE SATURNINO CALLEJA
El verdadero amor
no es otra cosa que el deseo
inevitable de ayudar al otro para
que sea quien es.
Jorge Bucay
Exígete mucho a ti mismo
y espera poco de los demás.
Así te ahorrarás disgustos.
Confucio
marca curva que los al- llantes que lo obser-
deanos señalaban en vaban antes de des-
secreto. Una mañana aparecer en el bos-
I. La vida solitaria cerca del Abeto del El ermitaño le dejaba Lucas, despertando de otoño, al salir de su que.
del ermitaño Trueno, un árbol gi- frutos secos y pescado con sangre en la cabaña, encontró un Lucas sonrió, pero
En los confines de gante que los leñado- seco en un tronco hue- cara—. ¡Me has heri- panal de miel fresca no lo llamó. Compren-
un bosque milenario, res evitaban por su- co. Poco a poco, Bruno do! en el escalón. Al alzar dió que algunos cari-
donde los árboles su- perstición. comenzó a seguirlo en El oso intentó la- la vista, vio entre los ños son así: mejores a
surraban secretos an- Entre los matorra- sus paseos, ahuyen- mer la herida para dis- arbustos dos ojos bri- distancia.-
cestrales y el musgo les descubrió al ani- tando a los lobos con culparse, pero el hom-
cubría cada piedra mal más grande que su presencia y ayudán- bre, cegado por el do- Moraleja
como un manto verde, había visto jamás: un dole a cargar leña. lor y la decepción, lo
vivía Lucas, un ermita- oso pardo con la pata Una mañana de pri- golpeó con su bastón. La bondad no debe nublar la prudencia.
ño de barba blanca y derecha atrapada en mavera, Lucas decidió —¡Vete! ¡Nunca Ayuda al necesitado pero nunca exijas que
ojos bondadosos. Ha- un cepo de hierro. La llevar a Bruno a la al- más quiero verte! cambie su esencia; ni el oso sus garras, ni
bía llegado allí hacía trampa, oxidada y san- dea para demostrar Bruno emitió un el hombre su corazón.
veinte años, huyendo guinolenta, parecía que era inofensivo. sonido entre gruñido y
del bullicio de los llevar días allí. —¡Estás loco, vie- llanto antes de huir
hombres tras una tra- El animal, al sentir jo! —le advirtió Mar- hacia el bosque.
gedia que nunca men- su presencia, rugió cos el herrero, escon- V. La lección del
cionaba. con tal fuerza que las diéndose tras su yun- herrero
Su cabaña de tron- hojas cayeron alrede- que—. ¡Esa bestia te Esa noche, mien-
cos, construida junto a dor. matará! tras la curandera le
un arroyo cristalino, —¡Paz, hermano! Pero los niños, cu- cosía la herida, Lucas
guardaba solo lo esen- —exclamó Lucas, que- riosos, se acercaron a maldecía su propia es-
cial: un camastro de dándose inmóvil—. tirarle bellotas al oso. tupidez:
paja, un crucifijo talla- Soy amigo. Bruno, juguetón, las —¡Debí escuchar-
do en madera y varios Durante varios mi- atrapaba al vuelo. les! Un oso jamás de- A E R M I T A Ñ O O C
libros gastados por el nutos que se hicieron Cuando Lucas partió, jará de ser salvaje.
tiempo. largos, hombre y bestia al atardecer, medio Fue entonces cuan- E J A V L A S I A E Q
Cada mañana Lucas se miraron fijamente. pueblo lo observaba do Marcos, el herrero, T A O O S A C U L U N
recorría el bosque Finalmente, el oso con asombro. que observaba en si-
para recolectar raíces dejó caer la cabeza, IV. El accidente trai- lencio, habló con voz R I O R O I A Q E M I
medicinales que lue- agotado. Con movi- cionero grave: A T O R L T U G S I R
go intercambiaba en mientos calculados, Lu- El verano llegó con —El error no fue S S A L E E C A A B E
la aldea más cercana cas usó su bastón para un calor sofocante. cuidarlo, Lucas. Fue
por harina y velas. Los liberar el mecanismo Una siesta, Lucas se esperar que olvidara E E U I J R L E A R H
aldeanos lo respeta- del cepo. Cuando la durmió bajo su roble su naturaleza. Las ga- O B L I R L R B S U A
ban, aunque algunos pata quedó libre, el oso favorito mientras Bru- rras no se caen por
murmuraban que ha- lamió la herida con ge- no, como solía hacer, agradecimiento ni los S E D A I N U E S N D
blaba con los animales midos lastimeros. espantaba las moscas instintos se borran O O A D N L C O H O I
como si fueran perso- —Espera —dijo el que se posaban en su con bondad. D N R L L I N N D O R
nas. ermitaño, sacando de rostro con suaves mo- El ermitaño bajó la
Y era cierto: las ar- su morral árnica, miel vimientos de su garra. cabeza. Recordó cómo A A R I L A C H R E E
dillas comían de su y un trapo limpio. Tras Pero entonces ocu- Bruno lo había prote- D R C D E I A I C U H
mano, los pájaros ani- limpiar la herida, apli- rrió lo impensable. gido de los lobos,
daban en su tejado, y có las hierbas y vendó Un enjambre de cómo llevaba leña en N I E D N I J R D Q S
hasta un lobo rengo la pata con tiras de abejas apareció re- invierno... y también O R L A T I P E R E H
que había curado años lino. pentinamente, atraí- cómo, al fin y al cabo, B A P M A R T T M A M
atrás lo visitaba en las El oso, sorprenden- do por la miel que Lu- había reaccionado
lunas llenas. temente dócil, permi- cas llevaba en su bol- como lo que era: un
II. El encuentro con tió todo sin protestar. sa. Bruno, asustado animal poderoso e im-
la bestia III. La convivencia por los insectos, agitó predecible.
Una tarde de junio, imposible las garras con fuerza... Epílogo. La reconci-
cuando el frío comen- Durante semanas, y una uña afilada des- liación a distancia
zaba a helar los char- el oso —al que Lucas garró la mejilla del er- Pasaron los meses.
cos, Lucas escuchó un llamó Bruno— se que- mitaño. La herida de Lucas ci-
quejido desgarrador dó cerca de la cabaña. —¡Aaay! —gritó catrizó, dejando una