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La princesita blonda


            VERSIÓN LIBRE  DE  CUENTO  MEDIEVAL  DE  ALBERTO M. CANDIOTI




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                                                                                                        llos áureos; ¿qué respon-  joven, apuesto, hermoso
                                                                                                        des?                    y ricamente trajeado.
                                                                                                           — No puedo darte res-   ¿Sabes acaso si soy
                                                                                                        puesta. Si mi destino es  más bueno y más digno,
                                                                                                        seguirte, te seguiré.   más valiente,  ahora que
                                                                                                           — ¿Sin amarme?       antes?
                                                                                                           — ¡Sin amarte!...       ¡No, sin duda! No se-
                                                                                                           — ¿Me amarías si     rás mi esposa, princesi-
                                                                                                        desencantado volviese a  ta loca, princesita torna-
                                                                                                        ser lo que he sido, el más  diza...
                                                                                                        apuesto y hermoso prín-    ¡Bendito sea quien me
                                                                                                        cipe cruzado?           quitó el encanto, pues me
                                                                                                           — ¡Si así fuese!... ¡Si  hizo conocer la verdad de
                                                                                                        tus palabras llegasen a  un amor frívolo!...
                                                                                                        ser realidad!...           Al terminar, el prínci-
                                                                                                           Recién en ese instan-  pe desencantado deposi-
                                                                                                        te los conjuros, sortile-  tó la flor que conserva-
                                                                                                        gios y  oraciones del   ba en su diestra en las
                                                                                                        mago del castillo, tuvie-  trémulas manos de la
                                                                                                        ron efecto: el mendigo  princesita, y dijo:
                                                                                                        quedó al pronto desen-     — Sería un insensato
                                                                                                        cantado y, ante la ine-  si te escuchara, puesto
                                                                                                        narrable sorpresa de    que tu amor duraría lo
           Había una vez, en la    En el castillo existía  hacerla feliz.          — ¿Qué mal hice, pa-  todos, convertido en el  que dure este lirio...
        lejanía de los tiempos  un mago, hombre longe-     — Es menester reci-  dre, para recibir tan cruel  más gentil, airoso y no-  Volvió las espaldas el
        medios, en las márgenes  vo y sapientísimo, que  birlo dignamente, ordenó  castigo?             ble príncipe que haya   principe-caballero y,
        del Rhin, un vetusto y  acompañó al príncipe    la princesita, apresurán-  ¡Desposarme con un   existido en aquellas le-  ante la consternación de
        sombrío castillo sito en  feudal en sus correrías  dose a ponerse hermosa  viandante pordiosero  janas edades.          todos, salió del castillo,
        lo alto de un monte.    juveniles por el Imperio  mediante la ayuda de sus  que asegura ser prínci-  Sonrió la rubia prin-  montó en su corcel y se
           Desde allí se aprecia-  Griego y por Siria, cuan-  damas.            pe!... ¡Oh! ¿Y si no lo fue-  cesita, su alegría fue in-  perdió en la brumosa le-
        ba el serpentear del vie-  do había ido a engrosar  En el castillo se oye-  se?                 mensa y prestamente su  janía...
        jo río, sus costas barran-  el número de cruzados en  ron cuernos y trompetas.  — Necesito vuestra  corazón se sintió conmo-  El brujo invisible lo-
        cosas e imponentes y las  aquellas empresas fan-  El príncipe feudal dispu-  respuesta, princesita  vido por un sentimiento  gró, entonces, encantar a
        campiñas, floridas en el  tásticas que conmovie-  so personalmente los  hermosa.                amoroso que se traducía  la princesita, haciendo
        verano y blancas de nie-  ron a la cristiandad en  homenajes que debían    — Si eres príncipe   en el ardor de su mirada  que quedase inmóvil,
        ve en la estación incle-  un delirio heroico reli-  rendirse al huésped.  como aseguras, también  y en la grana de sus me-  sentada ante el ventanal
        mente.                  gioso.                  Mientras tanto el caba-  serás caballero y no exi-  jillas.             de su salón, mirando el
           Las tierras colindan-   Este mago, que había  llero se aproximaba ve-  girás de mí con tanto    — ¿Me amas ahora?    camino del campo, en in-
        tes del castillo eran feu-  perfeccionado su ciencia  loz y su caballo hacía re-  apremio, respuesta que  — ¡Te adoro!  útil espera de un nuevo
        do de un viejo y venera-  oculta gracias a las con-  sonar el camino y espe-  se ha de meditar calma-  — Princesita ligera  caballero-mendigo que
        ble príncipe muy auste-  fidencias de un desen-  sa nube de polvo lo en-  damente.              que advertís sólo las ex-  viniese a ofrecerle su ca-
        ro.                     cantador de Bizancio, lu-  volvía en su carrera.   — Te doy siete  días  terioridades humanas,  riño.-
           El feudal había en-  chaba cotidianamente       Cuando el desconoci-  para que medites; al tér-
        viudado al quinto año   con las malas artes de un  do llegó junto a la puer-  mino de ellos volveré a
        de sus bodas y como     brujo invisible que se  ta del palenque el viejo  presentarme ante ti, se-
        fruto de sus amores le  empeñaba en encantar a  feudal ordenó que se    ñora mía...
        había dado el cielo una  la blonda y buena prin-  abriese y él personal-   Fueron siete días de
        hija encantadora, que al  cesita.               mente fue junto a la puer-  duelo en el castillo.
        tiempo de nuestro cuen-    Y la joven, de ojos co-  ta, presenció la caída del  Lloraba la princesita
        to había vivido diez y  lor de lago y trenzas de  puente.               su desdicha: lloraba el
        seis años.              oro, pasaba las tardes en  Al recibir al viajero  viejo príncipe por el do-
           Esta joven princesita,  el ventanal junto a la rue-  fue mucha su sorpresa, y  lor de su hija; lloraban
        como todas las princesi-  ca, hilando sin fin y oyen-  la de todos, al ver que el  las amas y las damas,
        tas de esos tiempos, era  do cuentos y narraciones  creído hidalgo era un mí-  los familiares y los  D  O  O  R   E   D   U   C    S   E  M
        rubia, buena, hacendosa,  sin término, mirando  sero y viejo mendigo.   siervos...                I   A   I   N   A    J  E   L    I  N    E
        devota y romántica.     inútilmente la lejanía...  — Recibidle como a      Cada uno de esos sie-
           Por las tardes gusta-   Mas un día... ¡qué día  igual — se apresuró a  te días que pasaba hacía  G  N  I   H   R   F   E   U    D  A    L
        ba sentarse junto al ven-  aquél!... la princesita vio  decir el mago — es un  aumentar la angustia de  N  A  C  O  O  C  E   L   M    R  O
        tanal de su salón y oyen-  en el horizonte un corcel  príncipe encantado...  todos.
        do una narración bruje-  que a todo galope llega-  El viejo feudal escu-   ¿Qué respondería la    A   E   M   L   R   L   A   O    I   S   L
        ril de su ama o un rela-  ba al castillo.       chó a su mago. El mendi-  princesita?             M   A   J   O   E   P   O   N    E   P  N
        to heroico de un escu-     Su corazón le anunció  go fue hospedado princi-  Inútiles fueron los
        dero, o una plática pia-  algo grande.          pescamente, con admira-  esfuerzos del mago del   E   A   C   A   C   M   E   V   O   A   O
        dosa de un monje, nues-    Consultó a las dueñas  ción de los familiares y  castillo por demostrar  N  T  T   J   N   V   E   L    I   L   Z
        tra blonda princesita   y a las damas de compa-  de la servidumbre.     que el mendigo era un
        miraba la lejanía con la  ñía, interrogó a los fami-  Al siguiente día de su  príncipe; inútiles resul-  T  R  I  I  R  O  I  N    L   R  A
        esperanza de ver surgir  liares y escuderos, llamó  arribo, el caballero-men-  taron sus conocimientos  E  E  C  O  S  C  S   E    T   F   F
        del desconocido hori-   al bufón... ¡Nadie pudo  digo fue presentado so-  para desencantar al
        zonte la figura de un jo-  decirle si el caballero  lemnemente a la prince-  mendigo-caballero; en  P  M  P   R   R   E   A   R    R   E  A
        ven  desfacedor do en-  que venía era el persona-  sita.                vano consultó viejos per-  I  U   T   O   O   R   C   R    E  O    P
        cantamientos, como lo   je tanto tiempo aguarda-   — Soy un príncipe jo-  gaminos, invocó a los   S   L   M   P   R   N    I  N    G   P  A
        prometía la dueña; va-  do!                     ven — se presentó el    dioses ocultos, asistió al
        liente, temerario y victo-  Llamó, al fin, al mago,  huésped a la princesita  aquelarre, habló con los  I  A  O  I  C  N  A   Z    I  B   C
        rioso, como bramaba el  y éste, con gravedad, se  blonda.               búhos y conjuró a la      S   S   O   L   I   R   E   J    U   R  B
        escudero; casto y cristia-  llevó una mano al pecho  — No lo parece — res-  luna.
        no ferviente, como mur-  e indicando con la otra  pondió secándose unas    Su sabiduría era inca-  C  S   O   D   A   Z   U   R    C  A    P
        muraba el monje...      el camino, sentenció:   lágrimas de desilusión.  paz de desencantar al
           Y pasaban los días...   — Princesita y seño-    — Aunque no lo pa-   extranjero.
           Los ojos de la joven-  ra, os ha llegado el mo-  rezca y no lo creas, digo  Llegó el día temido.
        cita veían blanquear de  mento de decidir su por-  la verdad.              El extraño personaje
        nieve y teñirse de polícro-  venir.                Me he enterado que   volvió a presentarse ante
        mas florcitas los campos   Montado en ese brio-  eres la mujer ideal que  la blonda princesita lle-
        sin que lo tanto y tan pa-  so corcel que parece fa-  tanto busco. Vengo a pe-  vando una flor en su dies-
        cientemente esperado    tigado de tanta correría,  dirte  que seas mi espo-  tra.
        llegara a ser realidad.  viene un hombre capaz de  sa...                   — Princesita de ojos
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