Page 17 - Semanario-28-02-25.pmd
P. 17
El viejo guardián
VERSIÓN LIBRE DE CUENTO TRADICIONAL JAPONÉS
Sólo se puede ser feliz
siempre que se sepa
ser feliz con todo.
Confucio
Recuerda que la felicidad
no depende de quién eres o qué
tienes; depende únicamente de lo
que piensas.
Dale Carnegie
La felicidad
¡Qué gusto daba de arroz. Siempre es- ble? Y al ver horrori- zales devastados, la que se vive deriva
mirar desde lo alto taba dispuesto a ayu- zado que tiraba la indignación se oyó en del amor que se da.
los barcos que resba- dar en el trabajo de rama hecha llamas un grito de furia:
laban sobre el mar abrir las acequias de en el campo de arroz —¿Quién ha sido? Isabel Allende
como en un espejo! El riego y nadie como él gritó: ¿Quién es el incen-
pequeño Yon se sen- ahuyentaba los pája- —¿Qué haces diario?
tía feliz en la cima de ros en la época de la abuelo? ¿Qué quie- El viejo guardián do sordo. miró satisfecho a to-
aquel monte. siega. res hacer? se adelantó a los La tierra apareció dos los habitantes
Sin padres, había Yon se sentía feliz. —¡De prisa, de pri- hombres y dijo con revuelta y socavada. bien seguros en la
ido a vivir con su Abuelo lo quería mu- sa, Yon, prende fuego serenidad: El pueblecito había cima del monte.
abuelo en aquella ca- cho. a los campos! —¡Yo he sido! desaparecido deshe- Su presencia de
sita de la montaña en Vivían los dos en Yon quedó inmóvil. Yon sollozaba. cho y arrastrado por ánimo les había sal-
medio de los campos la casita menuda y Pensó que su abuelo Un grupo los rodeó aquella ola inmensa. vado de la invasión
de arroz, dorados limpia, y estaba se- había perdido la ra- en actitud amenaza- El viejo guardián del mar.-
como el oro. Gozaba guro de que los otros zón, todo su cuerpo dora gritando:
allí de aire puro y sol niños le tendrían en- se llenó de espanto. —¿Por qué lo has
y libertad como los vidia. Pero un niño japonés hecho? ¿Por qué?
pájaros. Podía correr Aquel viejo fuerte obedece siempre, y El viejo se volvió
y jugar alegremente. y serio era el mejor Yon tiró la antorcha severo y extendió la
¡Qué bien se vivía en de todos los hom- llameante entre las mano señalando al
aquella paz campesi- bres. espigas. horizonte.
na! Un día en que las Primero fue una —Miren allá —
El pueblecito esta- espigas amarillas bri- lumbre débil donde dijo.
ba allí abajo, a lo lar- llaban al sol, el viejo se retorcían los ta- Al fondo, donde
go de la costa, frente guardián miraba a lo llos resecados, des- unas horas antes la S A G I M R O H A A H
al mar incendiado de lejos, al horizonte del pués se extendió el gran superficie del
sol. mar. Su mirada era fija fuego en llamaradas mar era plana como O N N A Ñ A T N O M H
Yon veía las casas, y llena de sorpresa. rojas y bien pronto un espejo, se levan- G I M I R O T E S Y O
pequeñitas, blancas, Una especie de fueron los arrozales taba ahora hasta el S F S R S O N E E N R
limpias; todo el pue- nube grande y negra una inmensa hogue- cielo una espantosa
blo como un lindo ju- se elevaba en el con- ra. muralla de agua. Una S N A A R E L O A H E
guete. Y a los hom- fín como si el agua se La montaña se ele- ola oscura y gigantes- O O N C I A P I Y H T
bres y a los niños los revolviera contra el vaba hasta el cielo en ca avanzaba amena-
veía como hormigas cielo. El viejo seguía una columna de zadora desde el con- D C H O Z U D M A E N
grandes y hormigas mirando fijamente. humo. fín. A A O O I R Q C A R O
pequeñas. De pronto se volvió Desde allá abajo, Hubo un momento T E R S A S O E M C Z
Entre el monte y el hacia la casa y gritó: los habitantes del de horror. Ni un gri-
mar sólo había una —¡Yon!, ¡Yon!, pueblecito vieron sus to… los corazones la- S R S U A R A R C I I
estrecha faja de tie- trae del fuego una campos incendiados tían con fuerza. A A G P E G A V E A R
rra donde los hom- rama encendida. y dando gritos de ra- La muralla de agua
bres construyeron El pequeño Yon no bia corrieron deses- avanzó hasta la tierra V D O V A I I T N I O
sus casas. comprendía el deseo perados trepando por con un ronco brami- E O E R E N R P Z I H
Los campos culti- de su abuelo, pero los senderos tortuo- do, se volcó sobre la
vados estaban en obedeció al momen- sos del monte; su- costa deshaciéndolo D S I P A D T N S M G
aquella planicie de la to y salió corriendo biendo, subiendo todo, invadiéndolo D E R B M U L O S E L
montaña, húmeda y con una antorcha en hasta agotar las fuer- todo, y fue a romper-
fértil, donde vivía la mano. zas. Nadie quedaba se en un trueno des-
Yon. El abuelo era el El viejo había to- atrás. garrado y furioso,
guardián de los ex- mado otra y corría También las muje- contra la montaña…
tensos arrozales del hacia el arrozal más res subían con los ni- Una ola más. Des-
pueblo. próximo. ños a la espalda. pués otra más débil…
El niño amaba a Yon lo seguía sor- Al llegar al llano y Luego, el mar se fue
los grandes campos prendido. ¿Sería posi- ver los extensos arro- retirando con un rugi-