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El viejo guardián


                     VERSIÓN LIBRE  DE  CUENTO  TRADICIONAL JAPONÉS













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                                                                                                                   siempre  que se sepa
                                                                                                                     ser feliz con todo.
                                                                                                                          Confucio





                                                                                                                          Recuerda que la felicidad
                                                                                                             no depende de quién eres o qué
                                                                                                            tienes; depende únicamente de lo
                                                                                                                        que piensas.

                                                                                                                       Dale Carnegie




                                                                                                                         La felicidad
           ¡Qué gusto daba      de arroz. Siempre es-   ble? Y al ver horrori-  zales devastados, la                 que se vive deriva
        mirar desde lo alto     taba dispuesto a ayu-   zado que tiraba la      indignación se oyó en               del amor que se da.
        los barcos que resba-   dar en el trabajo de    rama hecha llamas       un grito de furia:
        laban sobre el mar      abrir las acequias de   en el campo de arroz       —¿Quién ha sido?                    Isabel Allende
        como en un espejo! El   riego y nadie como él   gritó:                  ¿Quién es el incen-
        pequeño Yon se sen-     ahuyentaba los pája-       —¿Qué       haces    diario?
        tía feliz en la cima de  ros en la época de la  abuelo? ¿Qué quie-         El viejo guardián    do sordo.               miró satisfecho a to-
        aquel monte.            siega.                  res hacer?              se adelantó a los          La tierra apareció   dos los habitantes
           Sin padres, había       Yon se sentía feliz.    —¡De prisa, de pri-  hombres y dijo con      revuelta y socavada.    bien seguros en la
        ido a vivir con su      Abuelo lo quería mu-    sa, Yon, prende fuego   serenidad:              El pueblecito había     cima del monte.
        abuelo en aquella ca-   cho.                    a los campos!              —¡Yo he sido!        desaparecido deshe-        Su presencia de
        sita de la montaña en      Vivían los dos en       Yon quedó inmóvil.      Yon sollozaba.       cho y arrastrado por    ánimo les había sal-
        medio de los campos     la casita menuda y      Pensó que su abuelo        Un grupo los rodeó   aquella ola inmensa.    vado de la invasión
        de arroz, dorados       limpia, y estaba se-    había perdido la ra-    en actitud amenaza-        El viejo guardián    del mar.-
        como el oro. Gozaba     guro de que los otros   zón, todo su cuerpo     dora  gritando:
        allí de aire puro y sol  niños le tendrían en-  se llenó de espanto.       —¿Por qué lo has
        y libertad como los     vidia.                  Pero un niño japonés    hecho? ¿Por qué?
        pájaros. Podía correr      Aquel viejo fuerte   obedece siempre, y         El viejo se volvió
        y jugar alegremente.    y serio era el mejor    Yon tiró la antorcha    severo y extendió la
        ¡Qué bien se vivía en   de todos los hom-       llameante entre las     mano señalando al
        aquella paz campesi-    bres.                   espigas.                horizonte.
        na!                        Un día en que las       Primero fue una         —Miren allá —
           El pueblecito esta-  espigas amarillas bri-  lumbre débil donde      dijo.
        ba allí abajo, a lo lar-  llaban al sol, el viejo  se retorcían los ta-    Al fondo, donde
        go de la costa, frente  guardián miraba a lo    llos resecados, des-    unas horas antes la       S   A   G   I   M   R   O   H    A  A   H
        al mar incendiado de    lejos, al horizonte del  pués se extendió el    gran superficie del
        sol.                    mar. Su mirada era fija  fuego en llamaradas    mar era plana como        O   N   N   A   Ñ   A   T   N   O   M H
           Yon veía las casas,  y llena de sorpresa.    rojas y bien pronto     un espejo, se levan-      G   I  M    I   R   O   T   E    S  Y   O
        pequeñitas, blancas,       Una especie de       fueron los arrozales    taba ahora hasta el       S   F   S   R   S   O   N   E    E  N   R
        limpias; todo el pue-   nube grande y negra     una inmensa hogue-      cielo una espantosa
        blo como un lindo ju-   se elevaba en el con-   ra.                     muralla de agua. Una      S   N   A   A   R   E   L   O    A  H   E
        guete. Y a los hom-     fín como si el agua se     La montaña se ele-   ola oscura y gigantes-    O   O   N   C   I   A   P    I   Y  H   T
        bres y a los niños los  revolviera contra el    vaba hasta el cielo en  ca avanzaba amena-
        veía como hormigas      cielo. El viejo seguía  una columna de          zadora desde el con-      D   C  H   O    Z   U   D   M    A   E  N
        grandes y hormigas      mirando fijamente.      humo.                   fín.                      A   A  O   O    I   R   Q   C    A   R O
        pequeñas.               De pronto se volvió        Desde allá abajo,       Hubo un momento        T   E   R   S   A   S   O   E   M   C   Z
           Entre el monte y el  hacia la casa y gritó:  los habitantes del      de horror. Ni un gri-
        mar sólo había una         —¡Yon!, ¡Yon!,       pueblecito vieron sus   to… los corazones la-     S   R   S   U   A   R   A   R    C   I  I
        estrecha faja de tie-   trae del fuego una      campos incendiados      tían con fuerza.          A   A   G   P   E   G   A   V    E  A   R
        rra donde los hom-      rama encendida.         y dando gritos de ra-      La muralla de agua
        bres construyeron          El pequeño Yon no    bia corrieron deses-    avanzó hasta la tierra    V   D  O    V   A   I    I  T    N   I  O
        sus casas.              comprendía el deseo     perados trepando por    con un ronco brami-       E   O   E   R   E   N   R   P    Z   I  H
           Los campos culti-    de su abuelo, pero      los senderos tortuo-    do, se volcó sobre la
        vados estaban en        obedeció al momen-      sos del monte; su-      costa deshaciéndolo       D   S   I   P   A   D   T   N    S  M G
        aquella planicie de la  to y salió corriendo    biendo, subiendo        todo, invadiéndolo        D   E   R   B   M   U   L   O    S   E  L
        montaña, húmeda y       con una antorcha en     hasta agotar las fuer-  todo, y fue a romper-
        fértil, donde vivía     la mano.                zas. Nadie quedaba      se en un trueno des-
        Yon. El abuelo era el      El viejo había to-   atrás.                  garrado y furioso,
        guardián de los ex-     mado otra y corría         También las muje-    contra la montaña…
        tensos arrozales del    hacia el arrozal más    res subían con los ni-  Una ola más. Des-
        pueblo.                 próximo.                ños a la espalda.       pués otra más débil…
           El niño amaba a         Yon lo seguía sor-      Al llegar al llano y  Luego, el mar se fue
        los grandes campos      prendido. ¿Sería posi-  ver los extensos arro-  retirando con un rugi-
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