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Los tres enanitos del bosque


           VERSIÓN LIBRE  DE  CUENTO  INFANTIL  DE  LOS HERMANOS GRIMM



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                                                                                                        visita.                 a su habitación y le dio de
                                                                                                           Pero cuando el Rey sa-  mamar; luego le arregló la
                                                                                                        lió y no había nadie pre-  camita y, recobrando su
                                                                                                        sente, la malvada mujer  anterior forma de pato, se
                                                                                                        agarró a Eva por la cabeza  marchó nadando por el
                                                                                                        mientras Selva lo hizo por  sumidero.
                                                                                                        los pies, y, sacándola de  Las dos noches si-
                                                                                                        la cama, la arrojaron por  guientes volvió a presen-
                                                                                                        la ventana a un rio que  tarse el pato y a la tercera
                                                                                                        pasaba por debajo. Luego,  dijo al pinche de cocina:
                                                                                                        la vieja metió a su horri-  —Ve a decir al Rey que
                                                                                                        ble hija en la cama y la  traiga la espada, y en el
                                                                                                        cubrió hasta la cabeza con  umbral la blanda por tres
                                                                                                        las sábanas.            veces encima de mi cabe-
                                                                                                           Al regresar el Rey e in-  za.
                                                                                                        tentar hablar con su espo-  Así lo hicieron el cria-
                                                                                                        sa, le detuvo la vieja:  do y el Rey y a la tercera
                                                                                                           —¡Silencio,  silencio!  vez se levantó ante él su
                                                                                                        Ahora no; está con un gran  esposa, bella, viva y sana
                                                                                                        sudor, déjela tranquila por  como antes. El Rey sintió
                                                                                                        hoy.                    en su corazón una gran
                                                                                                           El Rey, no recelando  alegría; pero guardó a la
                                                                                                        nada malo, se retiró. Vol-  Reina oculta en un apo-
                                                                                                        vió al día siguiente y se  sento hasta el domingo,
                                                                                                        puso a hablar a su espo-  día señalado para bauti-
                                                                                                        sa. Al responderle la otra,  zar a su hijo.
                                                                                                        a cada palabra le saltaba  Ya celebrada la cere-
                                                                                                        un sapo en lugar de las  monia, preguntó:
                                                                                                        monedas de oro. Al pre-    —¿Qué se merece una
                                                                                                        guntar el Rey qué signifi-  persona que saca a otra
           Había una vez un hom-  que estaban nevados el  hombrecitos celebraron  ba, ve a barrer afuera,  caba aquello, Vilma dijo  de la cama y la arroja al
        bre que había perdido a  monte y el valle, Vilma  consejo:              frente a la puerta de   que era debido a lo mu-  agua en invierno?
        su mujer, y una mujer lla-  confeccionó un vestido de  —¿Qué podríamos re-  atrás.              cho que había sudado y     —Pues, cuando menos
        mada Vilma a quien se le  papel, llamó a Eva y le  galarle, puesto que es tan  —Barran ustedes —  que pronto se le pasaría.  —respondió Vilma—, que
        había muerto el marido. El  dijo:               buena y juiciosa y ha re-  replicó ella—, que yo no  Aquella noche, empe-  la metan en un tonel eri-
        hombre tenía una hija lla-  —Toma, ponte este   partido su pan con noso-  soy su empleada.      ro, el pinche de cocina vio  zado de clavos puntiagu-
        mada Eva, y la mujer una  vestido y vete al bosque a  tros?                Y así se retiró.     un pato que entraba na-  dos y, desde la cima del
        que se llamaba Selva. Las  llenarme este cesto de  Los enanitos entonces   —¿Qué le daremos, ya  dando por el sumidero y  cerro, lo echen a rodar
        muchachas se conocían y  frutillas, que hoy me ape-  le concedieron que sea  que es tan grosera y tie-  que decía: «Rey, ¿qué es-  hasta el río.
        salían de paseo juntas.  tece comerlas.         más bella cada día, que le  ne un corazón tan codi-  tás haciendo? ¿Velas o  A lo que replicó el Rey:
        De vuelta solían pasar     La muchacha exclamó:  caiga una moneda de oro  cioso que no quiere des-  estás durmiendo?»      —Has pronunciado tu
        un rato en casa de la      —Pero si en invierno  de la boca por cada pala-  prenderse de nada?     A lo que respondió el  propia sentencia.
        mujer.                  no hay frutillas; la tierra  bra que pronuncie y final-  Los enanitos hicieron  pinche de cocina: «Duer-  Y mandando traer un
           Un día, ella dijo a Eva:  está helada y la nieve lo  mente que venga un rey y  que cada día se vuelva  me profundamente.»  tonel como ella había di-
           —Di a tu padre que   cubre todo. ¿Y por qué  la tome por esposa.     más fea, que  a  cada pa-  Siguió el pato pregun-  cho, hizo meter en él a la
        me gustaría casarme con  debo ir vestida de papel?  Mientras tanto, Eva  labra que pronuncie le  tando: «¿Y qué hace mi hi-  vieja y a su hija, y, des-
        él. Entonces, tú te lava-  Afuera hace un frío que  encontró unas magníficas  salte un sapo de la boca y  jito?»        pués de clavar el fondo
        rías todas las mañanas  hiela el aliento; el viento  frutillas maduras, rojas,  la condenaron a morir de  Contestó el cocinero:  dio orden de soltarlo por
        con leche y beberías    se entrará por el papel y  que asomaban por entre  mala muerte.         «Está en su cuna dormidi-  la ladera, por la que bajó
        vino; en cambio, Selva se  los espinos me lo desga-  la nieve, saludó, dio las  La muchacha no encon-  to.»             rodando y dando tumbos
        lavaría con agua, y agua  rrarán.               gracias y se dirigió a su  tró nada y de regreso, al  Tomando entonces la  hasta el río.-
        solamente bebería.         —¡Habráse visto des-  casa, para llevar a Vilma  abrir la boca para contar a
           De vuelta a su casa,  caro! —exclamó Vilma—.  lo que le había encarga-  su madre lo que le había
        la niña repitió a su pa-  ¡Sal enseguida y no vuel-  do.                ocurrido en el bosque, a
        dre lo que le había dicho  vas si no traes el cesto lle-  Al entrar y decir bue-  cada palabra le saltaba
        la mujer. Dijo el hombre:  no de frutillas!     nas noches, le cayeron de  un sapo, por lo que todos
           —¿Qué debo hacer? El    Y le dio un mendrugo  la boca dos monedas de  se apartaron de ella as-
        matrimonio es un gozo,  de pan seco, diciéndole:  oro. Contó lo que le había  queados.
        pero también un tormen-    —Es tu comida de todo  sucedido en el bosque. Y  Vilma entonces, para
        to.                     el día.                 a cada palabra le iban ca-  deshacerse de Eva, le
           Al fin, no sabiendo qué  Eva, que era obedien-  yendo monedas de la  mandó que fuese al río
        partido tomar, se quitó un  te, se puso el vestido de  boca, de manera que al  helado, abriera un aguje-
        zapato y dijo:          papel y salió al campo con  poco rato todo el suelo  ro en el hielo y enjuagase
           —Ten este zapato,    la cestita. Hasta donde  estaba lleno de ellas.  el caldero que había sa-
        que tiene un agujero en  alcanzaba la vista todo   —¡Qué petulancia! —  cado del fuego.           A   O   I   N   O   M   I   R    T  A M
        la suela. Llévalo al des-  era nieve; no asomaba  exclamó Selva—. ¡Tirar así  La muchacha se dirigió
        ván, cuélgalo y échale  nada de hierba.         el dinero!              al río y se puso a golpear  O  R  S   O   T   I   N   A   N   E   A
        agua dentro. Si retiene el  Al llegar al bosque    Pero sentía una gran  el hielo para agujerearlo.  E  T  O  R  M    E   N   T   O   S   E
        agua, me casaré con la  descubrió una casita con  envidia, y quiso también  En eso estaba cuando
        mujer; pero si el agua se  tres enanitos que miraban  salir al bosque. Su madre  pasó por allí una esplén-  T  F  N  S  B  A  A  H  A  E  S
        sale, no me casaré.     por la ventana. Les dio los  se oponía:         dida carroza en la que via-
           Cumplió la muchacha  buenos días y llamó dis-   —No, hijita, hace muy  jaba el Rey. Este mandó  N  N   O   N   A   O   M   L   A   O   R
        lo que le había mandado  cretamente a la puerta.  mal tiempo y podrías en-  detener el coche y pregun-  E  E  A  G  A  D  L   L   H   F   E
        su padre y la bota quedó  Ellos la invitaron a entrar,  friarte.        tó:
        llena hasta el borde. El  y la muchacha se sentó en  Pero como ella insistió  —Hija mía, ¿quién eres  MA  T   V   U   I   E   C    I  S   D
        padre se dirigió a casa  el banco, al lado del fue-  y no la dejó en paz, cedió  y qué haces?
        de la viuda para  pedirla  go, para calentarse y co-  al fin, le cosió un esplén-  —Soy una pobre mu-  A  S  E  N  T  R   O   N   R   V   N
        en matrimonio. Y se cele-  mer su desayuno. Los  dido  abrigo de pieles y  chacha y estoy enjuagan-  T  M  E  U   A   C   D   A   O   S   E
        bró la boda.            hombrecitos suplicaron:  después de proveerla de  do el caldero.
           A la mañana siguien-    —¡Danos un poco!     bizcochos con crema y      El Rey, compadecido y  E   C   R   U   Z   N   T   N   A   M   R
        te, al levantarse las dos  —Con mucho gusto —   pasteles, la dejó mar-  viéndola tan hermosa, le
        muchachas, Eva encontró  respondió ella— y par-  char.                  dijo:                     R   F   R   I   Q   N   G   N   E   O   P
        preparada leche para la-  tiendo su mendrugo de    La muchacha se fue al   —¿Quieres    venirte
        varse y vino para beber,  pan, les ofreció la mitad.  bosque y se encaminó  conmigo?              C   I   B   A   E   N   A   U   R   M   S
        mientras que Selva solo    Le preguntaron enton-  directamente a la casita.  —¡Oh sí, con toda mi  S  S   E   L   V   A   A   O   P   A   E
        agua para lavarse y para  ces los enanitos:     Vio a los tres enanitos  alma! —respondió ella,
        beber.                     —¿Qué buscas en el   asomados a la ventana,  contenta de librarse de   I   P   A   S   T   E   L   E   S   E   D
           Pero desde la tercera  bosque, con tanto frío y con  entró sin saludar en la  Vilma y Selva.
        mañana, Eva encontró    este vestido tan delgado?  habitación, se acomodó  Se fue con el Rey y, tal  D  C  O  A   T   I   P   M   R   C   R
        agua para lavarse y para   —¡Ay!   —respondió   junto a la lumbre y em-  como los enanitos del    S   O   D   U   G   A   I   T   N   U   P
        beber, y Selva, leche para  ella—, tengo que llenar  pezó a comerse sus biz-  bosque habían dispuesto
        lavarse y vino para beber.  este cesto de frutillas y no  cochos y pasteles.  para la muchacha, él le
           Vilma odiaba a Eva e  puedo volver a casa hasta  —Danos un poco —le  pidió matrimonio y cele-
        ideaba todas las tretas  que lo haya conseguido.  pidieron los enanitos—;  braron la boda con gran
        para tratarla peor cada    Terminado su pedazo  pero ella respondió:    esplendor.
        día. Además, sentía envi-  de pan, los enanitos le  —No tengo bastante     Al año, la joven reina
        dia de ella porque era  dieron una escoba y le di-  para mí, ¿cómo voy a re-  dio a luz un hijo, y Vilma,
        hermosa y amable, mien-  jeron:                 partirlo con ustedes?   a cuyos oídos habían lle-
        tras que su hija era fea y  —Ve a barrer la nieve  Cuando terminó de    gado las noticias de la
        repugnante.             de la puerta trasera.   comer, le dijeron:      suerte de la niña, fue al
           Un día de invierno, en  Al quedarse solos, los  —Ahí tienes una esco-  palacio con Selva con el
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