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Viernes 28 de Abril de 2023
Juan el bobo
ADAPTACIÓN LIBRE DE CUENTO ORIGINAL DE HANS CHRISTIAN ANDERSEN
cho cabrío. ¡Tú serás mi marido!
—¡Demonios, qué Pero, ¿sabes que cada
calor! —observó. palabra que digamos
—Es que estoy asan- será escrita y mañana
do pollos —contestó la aparecerá en el perió-
princesa. dico? Mira aquella ven-
—¡Al pelo! —dijo el tana: tres escribanos y
bobo—. Así, no le im- un corregidor. Este es
portará que ase tam- el peor, pues no entien-
bién una corneja, ¿ver- de nada.
dad? Desde luego, esto
—Con mucho gusto, solo lo dijo para ame-
no faltaba más, —res- drentar al solicitante.
pondió la hija del Rey. Y todos los escriba-
Pero, ¿traes algo en nos soltaron la carcaja-
qué asarla?; pues no da e hicieron una man-
tengo ni puchero ni asa- cha de tinta en el suelo.
dor. —¿Aquellas señorías
—Yo sí tengo —ex- de allí? —preguntó el
clamó alegremente el bobo—. ¡Ahí va esto
candidato—. He aquí un para el corregidor! Y,
excelente puchero con vaciándose los bolsillos,
mango de estaño. arrojó todo el barro a la
Y sacando el viejo cara del personaje.
Allá en el campo, en —¿Adónde van con ron a ver el raro tesoro. Llegó el turno de En- zueco, metió en él la —¡Magnífico! —ex-
una vieja mansión se- el traje de los domin- —¡Estúpido! —dije- rique; pero con aquel corneja clamó la princesa—. Yo
ñorial, vivía un anciano gos? —preguntó. ron—, es un zueco viejo largo plantón se le ha- —Pues, ¡vaya ban- no habría podido. Pero
propietario que tenía —A palacio, a con- y sin la pala. ¿También bía olvidado la Enciclo- quete! —exclamó la aprenderé.
dos hijos muy listos, quistar a la hija del Rey. se lo regalarás a la prin- pedia por completo. princesa—. Pero, ¿y la Y de este modo Juan
Enrique y Alfonso, a los ¿No oíste al pregone- cesa? Para acabar de compli- salsa? el bobo fue Rey. Obtu-
que se les metió en la ro? —y le contaron lo —¡Claro que sí! — car las cosas, el suelo —La traigo en el bol- vo una esposa y una co-
cabeza pedir la mano de que ocurría. respondió el bobo; y los crujía, y el techo era sillo —replicó el bobo. rona y se sentó en un
la hija del Rey. Estaban —Pues no voy a per- hermanos, riendo rui- todo él un espejo, por Tengo para eso y mu- trono.
en su derecho, pues la der la ocasión —excla- dosamente, prosiguie- lo cual nuestro hombre cho más. Todo esto lo hemos
princesa había manda- mó Juan. Los hermanos ron su ruta. se veía cabeza abajo; Y sacó del bolsillo un sacado del diario del co-
do pregonar que toma- se rieron de él y partie- —¡Eh, eh!, ¡aquí es- además, en cada venta- puñado de barro. rregidor, lo cual no quie-
ría por marido a quien ron al galope. toy yo! —volvió a gritar na había tres escriba- —¡Esto me gusta! — re decir que debamos
fuese capaz de entrete- —¡Dadme un caba- el bobo—. ¡Voy de me- nos y un corregidor que afirmó la princesa—. Al creerlo sin dudar.
nerla con mayor gracia llo, padre! —pidió Juan jor en mejor! ¡Arrea! ¡Se tomaban nota de todo menos tú eres capaz de (*) Corneja: ave negra
e ingenio. el bobo—. Me gustaría ha visto cosa igual! lo que se decía para responder y de hablar. parecida a los cuervos.
Enrique se sabía de casarme. Si la princesa —¿Qué has encon- publicarlo enseguida en
memoria toda la enci- me acepta, me tendrá, trado ahora? - pregun- el periódico, que se ven-
clopedia latina y ade- y si no me acepta, ya taron los hermanos. día a dos chelines en to-
más la colección de tres veré de tenerla yo a ella. —¡Oh! —exclamó el das las esquinas. Era
años enteros del perió- —Si no me dais un bobo—. Es demasiado para perder la cabeza.
dico local, tanto del de- caballo —replicó el bueno para decirlo. Y, por añadidura, ha-
recho como del revés. bobo— montaré el ma- ¡Cómo se alegrará la bían encendido la estu-
Alfonso conocía to- cho cabrío; es mío y pue- princesa! fa, que estaba canden-
das las leyes gremiales de llevarme. —¡Qué asco! —ex- te.
párrafo por párrafo y Se subió a horcaja- clamaron los herma- —¡Qué calor hace
todo lo que debe saber das sobre el animal, y, nos—. ¡Si es barro saca- aquí dentro! —fueron
el presidente de un gre- dándole con el talón en do de un hoyo! las primeras palabras
mio. De este modo, pen- los ijares, emprendió el —Exacto, esto es — del pretendiente.
saba, podría hablar de trote por la carretera. asintió el bobo—, y de —Es que hoy mi pa-
asuntos del Estado y de ¡Vaya trote! clase finísima, de la que dre asa pollos —dijo la
temas eruditos. Ade- —¡Atención, que resbala entre los dedos. princesa.
más, sabía bordar tira- vengo yo! —gritaba el Y se llenó los bolsi- —¡Ah! —y se quedó
dores, pues era fino y bobo; y se puso a cantar llos de barro. clavado; aquella res-
ágil de dedos. con tanta fuerza, que su Los hermanos pusie- puesta no la había pre-
—Me llevaré la prin- voz resonaba a gran dis- ron los caballos al galo- visto; no le salía ni una
cesa —afirmaban los tancia. pe hasta llegar a la puer- palabra.
dos. —¡Eh, eh! —gritó el ta de la ciudad, donde —¡No sirve! ¡Fuera!
Por eso su padre dio bobo, ¡aquí estoy yo! los pretendientes eran —ordenó la princesa.
a cada uno un hermoso ¡Mirad lo que he encon- numerados por el orden Y se retiró, para que
caballo. Enrique recibió trado en la carretera! de su llegada. Todos los pasase Alfonso, su her-
uno negro como azaba- Y les mostró una cor- demás moradores del mano segundo.
che. Alfonso recibió uno neja(*) muerta. país se habían agolpa- —¡Qué calor más te-
blanco como la leche. —¡Imbécil! —excla- do alrededor del pala- rrible! —dijo este.
Todos los criados sa- maron los otros—, cio, encaramándose —¡Sí, asamos pollos!
lieron al patio para ver- ¿para qué la quieres? hasta las ventanas, para —explicó la hija del Rey.
los montar en los ani- —¡Se la regalaré a la ver cómo la princesa re- —¿Cómo di… di,
males, y compareció princesa! cibía a los pretendien- cómo di... ? —tartamu-
también el tercero de —¡Haz lo que quie- tes. ¡Cosa rara! No bien deó él, y todos los escri-
los hermanos, Juan. ras! —contestaron, sol- entraba uno en la sala, banos anotaron:
Eran tres, solo que el tando la carcajada y si- parecía como si se le hi- "¿Cómo di… di,
otro no contaba, pues guiendo su camino. ciera un nudo en la gar- cómo di... ?".
no se podía comparar —¡Eh, eh!, ¡aquí es- ganta y no podía soltar —¡No sirve! ¡Fuera!
en ciencia con los dos toy yo! ¡Miren lo que he palabra. —decretó la princesa.
mayores. Por eso todo encontrado! ¡No se en- —¡No sirve! —iba di- Le tocó entonces el
el mundo lo llamaba el cuentra todos los días! ciendo la princesa—. turno a Juan, quien en-
bobo. Los hermanos se volvie- ¡Fuera! tró en la sala en su ma-