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Enrique el vago
VERSIÓN LIBRE DE CUENTO CLÁSICO DE LOS HERMANOS GRIMM
de costumbre. ¡El día es la boda llegó al naci-
muy largo! miento del primer hijo.
– Sí –acordó Trini, Delante de la casa
siempre se llega a tiem- tropezó, se cayó de lo
po. ¿Sabes? Una vez in- alto del vallado y excla-
vitaron al caracol a una mó:
boda; él se puso en ca- – ¡Bien dicen que la
mino y en vez de llegar a prisa es siempre mala!
Son nuestras decisiones
las que muestran quiénes somos
realmente, más que nuestras habilidades.
J.K. Rowling
No se puede encontrar la
paz evitando la vida.
Virginia Woolf
Enrique era muy, tan», pensaron, y dieron da más tiempo. para nada?
pero muy vago, y aun- su conformidad. El vecino cambió gus- – ¿Y tú te imaginas
que su trabajo se limita- Así, la gorda Trini se toso las dos cabras por que el hijo te guardará Hay besos que en los
ba a sacar todos los días convirtió en la mujer de una colmena. los patos? Hoy en día los
a pastar su cabra, cada Enrique y sacó a pacer Las abejas volaron in- niños ya no obedecen, labios dejan huellas como un
noche, al volver de la las dos cabras. Él vivía cansablemente desde la hacen su santa voluntad, campo de sol entre dos hielos.
faena decía suspirando: feliz, sin otra preocupa- madrugada hasta entra- porque se creen más lis- Gabriela Mistral
– De veras que es pe- ción que la de su propia da la noche, llenando la tos que sus padres.
sado y fastidioso tener vagancia. Sólo de vez en colmena de riquísima Acuérdate, si no, de
que llevar la cabra, un cuando acompañaba miel; y, así, al llegar el aquel mozo a quien man-
año sí y otro también, hasta el campo a su es- otoño, Enrique pudo lle- daron a buscar la vaca
hasta muy adelantado el posa: nar con ella una buena perdida y él se dedicó a
otoño, a pastar al prado. – Lo hago sólo para jarra. correr detrás de unos
¡Si al menos pudiera uno que a la vuelta me sea Guardaron la jarra mirlos.
tumbarse y dormir! Pero más agradable el des- sobre un estante clava- – ¡Oh! – replicó Trini-
no; hay que estar con los canso. De lo contrario, do en lo alto de la pared lo que es el mío, lo va a
ojos bien abiertos y vigi- llega uno a perder el gus- de su dormitorio, y, te- pasar mal si no hace lo
lar que el animal no se to en el reposo. miendo que alguien pu- que le mande. Tomaré
escape, no dañe los bro- Pero resultó que la diese robársela o que los un palo y le curtiré la piel
tes de los árboles, ni sal- gorda Trini no era menos ratones subiesen hasta a bastonazos.
te los muros verdes, ni se perezosa que su marido. allí, Trini consiguió una Agarró la estaca de O I R O R S T S O P C
meta en los huertos. – Enrique mío – le dijo dura rama de avellano y avellano que tenía a su
¡Cómo puede tener uno un día -, ¿por qué agriar- la puso junto a la cama lado para espantar los Y T A A A I A I O L A
tranquilidad y disfrutar nos la vida sin necesidad para tenerla al alcance ratones y, blandiéndola A S N Z L J N S A M S
de la vida! y desperdiciar los mejo- de la mano sin necesidad en su excitación, gritó:
Sentado y concentra- res tiempos de nuestra de levantarse y desde el – ¿Ves, Enrique? ¡Así C U I A E I O I I I S
do en sus pensamientos juventud? ¿No sería me- lecho, poder arrear o le voy a zurrar! O R G B E P V S R R T
estuvo cavilando la ma- jor vender a nuestro ve- ahuyentar a los huéspe- Y tuvo la mala suerte
nera de quitarse aquella cino las dos cabras, que des inoportunos. de pegar un estacazo a T E A A E T O A N T S
carga de sus hombros. todas las mañanas nos El perezoso Enrique la jarra del estante. Dio R O L R E G N N C O A
Pasó largo tiempo sin despiertan con sus bali- no dejaba las sábanas ésta contra la pared,
encontrar solución has- dos, a cambio de una col- antes de mediodía. cayó al suelo hecha tri- D A D M A U S A D O P
ta que de pronto pare- mena? – Quien madruga – zas, y toda la miel se ver- S R O V A O Q A T R V
cía como si le cayeran La pondríamos detrás solía decir–, desperdicia tió y esparció.
escamas de los ojos: de la casa, en un lugar su dinero. – Ahí tienes nuestra N A A N T N N I L S P
– ¡Ya sé lo que haré! soleado, y ya no tendría- Una mañana, hallán- pata y el patito – dijo H O R R A U E O R A E
– exclamó; me casaré mos que preocuparnos dose todavía acostado, Enrique; ya nadie tendrá
con la gorda Trini. Tam- más de ella. descansando de su pro- que guardarlos. De to- N A E B T L C M L N T
bién ella tiene una ca- A las abejas no hay longado sueño, dijo a su dos modos, ha sido una A U N R A A L A L O E
bra; podrá sacarla a pas- que guardarlas ni llevar- mujer: suerte que la jarra no me
tar con la mía y yo no las al prado; ellas mis- – A las mujeres les cayera en la cabeza; po- H R O E R C L E L O G
tendré que seguir ator- mas cuidan de volar por gusta el dulce, y tú te es- demos considerarnos F F N A A B A U V O C
mentándome. ahí, saben el camino de tás zampando la miel. muy afortunados.
Se levantó entonces, vuelta y almacenan su Mejor sería, antes de Y como viera que en A E C A R F S O T A P
y poniendo en movi- miel, sin molestia alguna que te la comas toda, uno de los pedazos había
miento sus cansadas para el dueño. que compremos con ella quedado un poco de
piernas cruzó la calle, ya – Has hablado como una pata y un patito. miel, alargó el brazo
que enfrente vivían los una mujer prudente y – Pero no antes de para tomarlo, diciendo:
padres de la gorda Trini, que sabe lo que se dice – que tengamos un hijo – Mira, mujer, sabo-
para pedirle la mano de respondió Enrique. Lo para que los cuide – res- rearemos este poquito y
su laboriosa y virtuosa haremos así enseguida. pondió Trini. ¿Crees tú luego descansaremos,
hija. Los padres no lo Además, la miel es más que yo cargaré con todo, después del susto. No
pensaron mucho. «Dios sabrosa y nutritiva que la el trabajo de criarlos, importa que nos levante-
los cría y ellos se jun- leche de cabra y se guar- consumiendo mis fuerzas mos algo más tarde que