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Un joven afortunado



         VERSIÓN LIBRE  DE  CUENTO  ORIGINAL  DE  SATURNINO CALLEJA  FERNÁNDEZ



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                                                                                                           — Pues que ponga el  gados de plata.
                                                                                                        remo en la mano al pri-    El joven llegó a pa-
                                                                                                        mero que pase el río y  lacio y entregó los tres
                                                                                                        éste servirá ya de bar-  pelos del diablo al rey;
                                                                                                        quero.                  éste quedó satisfecho
                                                                                                           Cuando el diablo sa-  con los asnos y el dine-
                                                                                                        lió de casa, tomó la vie-  ro y le dijo:
                                                                                                        ja a la hormiga y devol-   — Vive con tu espo-
                                                                                                        vió al joven su forma   sa. Pero, ¿de dónde
                                                                                                        humana.                 has sacado tanto dine-
                                                                                                           — Aquí tienes los    ro?
                                                                                                        tres pelos — le dijo. —    — Lo he recogido en
                                                                                                        ¿Has oído las respues-  la orilla opuesta de un
                                                                                                        tas?                    río que he pasado.
                                                                                                           — No las olvidaré.      — ¿Podría yo obte-
                                                                                                        ¡Gracias!               ner otro tanto? — le
                                                                                                           — Pues ya puedes     preguntó el rey.
                                                                                                        regresar a tu país.        — Y mucho más —
                                                                                                           Se despidió de la he-  le respondió el joven.
                                                                                                        chicera contento de su     El avaro monarca se
                                                                                                        buena fortuna.          puso en camino y, al lle-
                                                                                                           Al llegar donde esta-  gar al río, hizo señal al
                                                                                                        ba el barquero, le dijo:  barquero para que le
                                                                                                           — Al primero que     pasase.
                                                                                                        venga a pasar el río,      El barquero lo hizo
                                                                                                        ponle el remo en la     entrar, y apenas llega-
                                                                                                        mano.                   ron al otro lado le puso
           En una aldea nació un   — Llevo una carta a  diablo.                 el diablo cuando le        Llegó a la ciudad    el remo en la mano y sal-
        niño de pie, por lo cual dijo  la reina. Me he perdido  Llegó a una ciudad y  arranque los pelos.  donde estaba el árbol  tó afuera.
        una hechicera que tendría  en el camino y deseo pa-  el centinela le preguntó  — ¡Aquí huele a car-  seco y dijo al centinela:  El rey quedó de bar-
        mucha fortuna y se casa-  sar la noche aquí.    por qué la fuente del   ne humana! — dijo el       — Mata el ratón que  quero en castigo por su
        ría con la hija del rey.   — Mira que esta casa  mercado, que daba siem-  diablo al entrar en su  roe las raíces y el árbol  maldad y avaricia, y
           Pasó el rey por el pue-  es una cueva de ladro-  pre vino, se había seca-  casa.             dará manzanas.          debe  seguir siéndolo to-
        blo y preguntó si ocurría  nes, y si te encuentran  do.                    — ¡Tú siempre estás     En agradecimiento    davía.
        algo nuevo y le contes-  aquí te matarán.          — A mi regreso os lo  oliendo a carne huma-  entregó al joven dos       Este cuento de-
        taron que el nacimiento    — Yo no tengo miedo  diré.                   na! ¡Vamos, siéntate y  asnos cargados de oro.  muestra, no que quien
        del niño, noticia que lo  — replicó el joven, — y  Y andando llegó de-  calla!                     Llegó a la ciudad    nazca de pie haya de
        incomodó.               además, estoy tan can-  lante de otra ciudad; el   En cuanto cenó el    cuya fuente estaba      ser afortunado, pues
           Dijo a los padres del  sado que no puedo con-  centinela le preguntó  diablo puso la cabeza  seca y dijo al centinela:  esto es superstición,
        niño:                   tinuar.                 por qué el árbol que an-  sobre las rodillas de la  — En la fuente, bajo  sino que al joven humil-
           — Dadme el recién       Se echó sobre un     tes daba manzanas de    vieja y le dijo que le es-  la piedra, hay un sapo:  de y esforzado le salen
        nacido y yo lo cuidaré.  banco y se durmió. Cuan-  oro se había secado.  pulgase; no tardó en dor-  matadle y correrá el  bien todas las cosas, por-
           Los padres se nega-  do llegaron los ladrones   — A mi regreso os lo  mirse y la vieja le arran-  vino.              que tiene confianza en sí
        ron pero el rey insistió.  les dijo la vieja:   diré.                   có un pelo.                El centinela le rega-  mismo.-
        Los padres afirmaron:      — Este pobre mucha-     Mucho más lejos llegó   — ¿Qué haces? —
           — El niño ha nacido  cho se ha perdido en el  delante de un río que no  dijo el diablo.
        de pie y todo le saldrá  bosque; como venía tan  sabía cómo atravesar. A   — He tenido un mal
        bien.                   rendido, me ha dado lás-  poco se le acercó un bar-  sueño y te he tirado de
           El rey colocó al niño  tima. Lleva una carta  quero, que le preguntó si  los pelos.
        en una caja y lo arrojó al  para la reina.      había de permanecer        — ¿Qué has soñado?
        río. Pero la caja, en vez  Los ladrones vieron  siempre en aquel punto.  — preguntó el diablo,
        de irse al fondo comen-  que la carta contenía la  — Espera un poco: te  que es muy curioso.
        zó a flotar; la corriente  orden de dar muerte al  lo diré a mi regreso.   — He soñado que la
        la arrastró hasta un mo-  portador, el capitán la  Al otro lado del río  fuente de un mercado
        lino; el molinero y su  rompió y escribió otra en  halló la boca del infier-  que manaba siempre
        mujer, que no tenían hi-  que decía a la reina que  no, que era muy negra.  vino se ha secado.    A   L   E   N   I   T   N   E   C   O   C
        jos, trataron muy bien al  tan pronto como la reci-  El diablo no se hallaba en  — Sí, — explicó el  O  R  E  U   Q   R   A   B   A   N   A
        muchachito.             biese casara a la joven  su habitación pero sí el  diablo; — hay un sapo  A   C  O    O   L   B   A    I  D   R   N
           Al cabo de años el rey  princesa con el dador.  ama de llaves, la cual  debajo de una piedra: si
        entró en el molino y pre-  El joven entregó la  estaba sentada en un si-  lo matan, volverá a ma-  I  F   N   R   B   R   A   H   A   E   O
        guntó al molinero si era  carta a la reina y las bo-  llón grande tejiendo una  nar vino.         C   N  O    N   E   O   E   G   A    I   I
        suyo aquel joven.       das se celebraron con   bufanda.                   Volvió a dormirse el
           — No, señor; lo en-  gran magnificencia. La     — ¿Qué deseas? — le  diablo, y la vieja le arran-  N  A  A  R  A   N   I   R   A   F   C
        contré en el río, metido  hija del rey estaba muy  preguntó.            có el segundo pelo.       E   A   A   I   T   M   I   D   A   N    I
        en una caja.            contenta, porque el mu-    — Necesito tres pe-     — ¡Voto va! ¿Qué
           El rey recordó enton-  chacho era bueno y ama-  los de la cabeza del dia-  haces? — exclamó el  C  S   D   R   R   U   A   L   O    I   T
        ces que era el niño que  ble.                   blo.                    diablo encolerizado.      I   E   E   O   E   N   N    I  O   S   S
        había nacido de pie.       Pocos meses después     — Mucho has pedido      — Soñaba que en        F   C  H    U   I   C   C   A   A   M   R
           — Buenas gentes —    regresó el rey y vio que  — le dijo; — sin embar-  cierto país hay un árbol
        les dijo, — necesito que  se había cumplido la pre-  go, me agradas, y voy a  que daba manzanas de  I  N  R   U   Q   C   I   N   D   O   E
        este joven lleve una car-  dicción de la hechicera.  ayudarte.          oro y ahora no tiene ho-  N   I   R   A   I   N   A   H   R   O   P
        ta a la reina.             Muy enojado porque      Y, convirtiéndolo en  jas.
           En la carta decía a la  le habían cambiado la  hormiga, lo ocultó entre  — Sí; — dijo el diablo;  G  R  M  D   E   Z   A   O   C   A   U
        reina que mandase ma-   carta, ordenó al joven:  los pliegues de su vesti-  — hay un ratón que    A   P   E   E   N   I   L   R   F   E   S
        tar al dador.              — ¡Esto no puede     do.                     muerde la raíz: si lo ma-
           El muchacho se puso  quedar así! Anda, tráe-    — Necesito, además,  tan, el árbol volverá a   MR     O    A   T   I   P   M   R   C   H
        en camino con la carta  me tres pelos de la ca-  saber tres cosas: por qué  producir manzanas de  P   A  M    S   E   N   O   R   D   A    L
        pero se extravió y llegó  beza del diablo y enton-  una fuente que manaba  oro.
        a un bosque donde había  ces podrás vivir con la  siempre vino no mana     Volvió a dormirse, y
        una casita pequeña y    princesa.               ya; por qué un árbol que  ¡adiós el tercer pelo!
        medio arruinada en que     Al mandarle esto el  daba manzanas de oro       El diablo se enfure-
        halló a una vieja senta-  rey, creía que no volve-  se ha secado; y por qué  ció; pero ella lo engañó
        da cerca de la estufa,  ría más.                cierto barquero perma-  diciéndole:
        que le preguntó:           — Yo no tengo miedo  nece en su puesto sin ser  — Soñaba con un
           — ¿Qué vienes a bus-  a nada — dijo el joven,  relevado.             barquero que se queja
        car aquí?               buscaré los tres pelos del  — Ya oirás lo que diga  de que nadie le rempla-
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