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La corona del Rey de M’Banza


                   VERSIÓN LIBRE  DE  CUENTO  TRADICIONAL AFRICANO




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                                                                                                        pero antes declaró:     amanecer.
                                                                                                           —La corona puede        No para recordar el
                                                                                                        perderse entre som-     oro ni las plumas, sino
                                                                                                        bras y raíces, pero el  para mantener viva la
                                                                                                        verdadero poder nun-    certeza de que, aun en
                                                                                                        ca se roba: vive en la  la oscuridad, siempre
                                                                                                        memoria de los que      habrá quien escuche a
                                                                                                        resisten y en la voz de  los tambores invisi-
                                                                                                        los tambores que        bles.
                                                                                                        nunca callan.              Ahora los tambores
                                                                                                           Y los tambores de    cantan:
                                                                                                        todo el reino respon-      La fuerza del reino
                                                                                                        dieron, primero como    no está en el oro, ni en
                                                                                                        un murmullo, luego      las plumas, ni en las
                                                                                                        como un trueno:         piedras…
                                                                                                           —¡Tum, tum, tum!        La fuerza del reino
                                                                                                           Y desde entonces,    vive en el coraje de
                                                                                                        en M’Banza Kongo, du-   quienes nunca se rin-
                                                                                                        rante la estación de las  den y en la voz de los
                                                                                                        lluvias, se encienden   tambores que nunca
                                                                                                        hogueras y los tambo-   callan.-






           En la antigua ciudad  río Zambeze, lanzando  hilo de agua, en el que  sus nombres.
        sagrada de M’Banza      al agua calabazas con   saciaron su sed y con      Algunos comenza-
        Kongo, rodeada de pal-  velas encendidas para   unos frutos recupera-   ron a dudar.                         El amor es el dolor de vivir
        meras altísimas y ríos  pedir guía a los espíri-  ron fuerzas.  Estaban    -Tal vez nunca la en-                 lejos del ser amado.
        que cantaban en la      tus.                    en tierras de la tribu  contremos… tal vez los
        noche, reinaba el rey      Los cazadores, junto  K’Wandu, que jamás     espíritus se la llevaron                       Anónimo
        Kanyemba.               a los mejores guerreros  había permitido foras-  para siempre.
           Su corona, tejida en  acompañados por los    teros en sus tierras.      Fue entonces, al
        oro y cobre, tenía in-  sabios ancianos y el rey   Los guerreros de     llegar a la aldea de                      Por larga que sea
        crustadas cuentas de    con su corte se interna-  K’Wandu blandían lan-  Nzinga, cuando en-                  la tormenta, el sol siempre
        jade traídas del de-    ron en el bosque de     zas de hierro y lleva-  contraron a la anciana
        sierto, piedras sober-  ébano, donde pájaros    ban máscaras pintadas   Makena.                           vuelve a brillar entre las nubes.
        bias tomadas del cora-  parecían responder a    con sangre de ganado.      Ella los esperaba                        Khalil Gibran
        zón del río y plumas    sus pasos.                 - ¿Qué buscan en     bajo un árbol de aca-
        azules de los pájaros      Atravesaron la sa-   nuestros dominios? -    cia con la mirada fija
        del Kilimanjaro.        bana reseca, donde el   tronó el jefe con su    en el horizonte.
           Era más que un       viento levantaba tor-   temida voz grave y         —Sé lo que buscan
        adorno: representaba    bellinos de polvo y la  profunda.               —afirmó—. Anoche
        la unión de las aldeas  sed quemaba las gar-       El consejero del     escuché los tambores
        y la fuerza de los an-  gantas.                 rey se adelantó y res-  de los espíritus. Me
        cestros.                   Una tarde, mien-     pondió:                 guiaron hasta un lugar
           Una mañana, cuan-    tras el sol ardía como     - No venimos a qui-  donde la tierra guar-
        do los tambores de      brasa, escucharon un    tarles nada. Buscamos   daba un secreto.
        guerra despertaban a    rugido.                 la corona que une a        Con paso lento, los
        la ciudad, la corona       - Leones.            nuestro pueblo. Si la   condujo hacia unas
        desapareció. El pue-       El aire vibró con sus  encontramos, nos ire-  raíces profundas.        O   S   B   A   B   O   A    B   S   S   C
        blo se agitó:           zarpazos y las crines   mos en paz y les ofre-     Allí, oculta en una    S   R   E   H   M   A   N    E   K   A M
           —¡La corona del rey  ondearon contra el      ceremos dos sacos de    cesta de mimbre cu-       I   M   N   Z   C   U   N    I   L   T   A
        ha sido robada!         viento.                 sal.                    bierta por telas rojas y
           El reino entero         Los hombres y mu-       Los de K’Wandu guar-  amarillas, estaba la     O   U   A   A   E   O   V    A   A   S   D
        quedó en silencio,      jeres corrieron hasta   daron silencio.         corona.                   R   R   S   I   E   B   B    U   S   S   S
        como si hasta los gri-  trepar a un peñasco,       Después de un largo     Su brillo era débil,
        llos hubieran dejado    donde permanecieron     rato, el jefe señaló un  como si hubiese sufri-   A   M   E   L   R   A   M    E   U   A  O
        de cantar.              inmóviles mientras      sendero cubierto de     do la lejanía. Nadie      J   U  M    J   Z   O   R    A   S   Z   R
           El rey Kanyemba no   las fieras rodeaban la  espinas y ordenó:       supo cómo llegó allí la
        alzó la voz. Con la cal-  piedra.                  —Dejen la sal y pa-  corona.                   N   L   A   A   E   O   M    U   Z   A   E
        ma de un anciano bao-      El silencio era ten-  sen, pero el camino       El rey Kanyemba la     A   L   S   B   B   S    T   E   O   B   T
        bab, reunió a su gente  so, como una cuerda     decidirá si son dignos.  sostuvo en sus manos     MO      P   M   M   I   N    I   M   A   S
        bajo la gran ceiba.     del arco antes de lan-     El sendero era an-   y preguntó:
           —“El oro no gobier-  zar la flecha.          gosto y oscuro, cubier-    - ¿Por qué estaba      I   A   A   K   R   E   G    O   D   L   A
        na —dijo—, pero la         Pasaron días, cuan-  to por lianas que se    aquí, Makena?             L   T   O   I   R   U   Y    E   C   A   R
        corona es la memoria    do al fin los leones se  enredaban como ser-       La anciana respon-
        de los que vinieron     marcharon. Los aldea-   pientes.                dió:                      I   R   P   R   N   A   K    N   L   C  O
        antes. Si se pierde,    nos, temblorosos y         El viento soplaba       -Escuché a los tam-    K   S   H   S   U   U   D    N   A   W F
        perdemos también        hambrientos, con el     desde el este, trayen-  bores invisibles, los     E   A   G   N   I   Z   N    V   A   K   I
        nuestra historia”.      corazón acelerado,      do polvo y olor a tie-  que hablan en la no-
           Así comenzó la       descendieron, sabien-   rra húmeda.             che. Ellos me guiaron     S   O   R   T   S   E   C    N   A   A   L
        búsqueda.               do que el viaje apenas     Avanzaban      con   hasta aquí. La corona
           Los jinetes atrave-  empezaba.               cautela, sabiendo que   no fue robada: fue
        saron la sabana, don-      Bajo el sol llegaron  cualquier ruido podía  probada.
        de las gacelas corrían  a un paso estrecho en-  ser una trampa.            Los espíritus que-
        ligeras como el vien-   tre montañas, donde        Las noches eran      rían saber si tu pueblo
        to.                     las rocas parecían      frías, y en la oscuridad  era digno de cargar
           Las mujeres de la    guardianes dormidos     los tambores invisi-    con ella.
        aldea interrogaron al   por el que corría un    bles parecían llamar       Kanyemba la colo-
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